María Moreno -
Banco a la sombra, Teoría de la noche- puede producir múltiples reacciones, desde el asombro hasta un grado de irritación, desde la extrañeza por una escritura única a cierto fastidio por las reiteraciones de los mismos procedimientos, pero sin lugar a dudas, no deja indiferente a nadie.
Black out es su libro más ambicioso hasta la fecha y en él, Moreno despliega tal cantidad de medios que se hace difícil juzgarlo con tranquilidad, aunque el resultado final podría ser realmente fascinante. En la última página, la autora nos explica sucintamente que este volumen está "dividido en tres partes que se repiten, cada una responde a un orden diferente: 'La pasarela del alcohol', al del retrato; 'Del otro lado de la puerta vaivén', al del microensayo; 'Ronda', al del territorio". La verdad es que, diga lo que diga Moreno, la primera sección corresponde, como su nombre lo indica, a la dipsomanía de la heroína, en tanto las siguientes se refieren a su entorno familiar y desarrollo personal y al extenso ambiente social e intelectual que ha rodeado la existencia de la escritora bonaerense. Como sea, si al comienzo podemos percibir algunas diferencias en las respectivas divisiones del relato, estas se difuminan poco a poco hasta conformar un todo indiferenciado o, mejor dicho, unitario.
Black out pertenece categóricamente al tipo de volumen que resiste toda clase de clasificaciones: es novela, es crónica, es ensayo, es crítica literaria, es reflexión histórica, es un audaz experimento lingüístico, en fin, es de un cuanto hay. Sería inútil y tal vez injusto para Moreno ignorar que el verdadero protagonista de
Black out es el lenguaje, una herramienta y a la vez una filosofía que, de modo indisoluble, abarca la totalidad de la narración. Y hay que decirlo con toda claridad: el lenguaje de Moreno es de una plasticidad excepcional, de una riqueza pocas veces vista en la literatura reciente de nuestro idioma, de una fuerza y cohesión admirables, porque con la inmensa cantidad de materiales que Moreno maneja, este título podría haber caído en el desorden o la confusión, lo que, en la especie, jamás ocurre. Así, tenemos en forma permanente palabras inventadas, neologismos, barbarismos, coloquialismos, junto a una sintaxis propia, singular, sin que nunca o casi nunca se use el orden recto, todo lo cual, en lugar de caer en el desbarajuste, produce todo lo contrario, vale decir, un efecto de plena coherencia. Quizá no esté de más agregar que, pese a sus múltiples incursiones en lo arrabalero, Moreno es cultísima y posee, además, un dominio pleno de los recursos poéticos -sobre todo metáforas, sinécdoques, metonimias- y hace un uso constante y liberal de ellos. En síntesis, si ignoramos que Black out consiste en una lucha con el idioma, de la cual Moreno sale airosa, poco o nada podremos apreciar de este arduo y admirable texto.
Teniendo en claro lo anterior podemos decir, muy tentativamente, que un elemento significativo de
Black out es el autobiográfico. No hay personajes, no hay acción, no tenemos episodios propiamente tales, puesto que el conjunto de la narración trata, por lo general, del desarrollo individual de María Moreno, que aquí se llama María Cristina, aunque ambos nombres corresponden, tal como ella lo aclara, a seudónimos. Puesto que tampoco se nos presenta una secuencia cronológica, la evolución de María va de la infancia a la adolescencia, con especial énfasis en la etapa menstrual o bien saltamos bruscamente a la actual edad madura, con alusiones a hechos recientes que han ocupado la primera plana de diarios y noticieros. Lo más interesante, sin embargo, es la preocupación de Moreno por la copiosa literatura de su patria, que comprende a los santones -Borges, Sarmiento, Bioy Casares, Alfonsina Storni- y a sus coetáneos -Pauls, Aira, Lamborghini-, sobre todos los cuales Moreno tiene algo que decir. De este modo, la vida de Moreno se funde con los pasados 50 a 60 años de ese extraordinario país que se llama Argentina.
El anglicismo
Black out alude, obviamente, a una de las manifestaciones del síndrome de abstinencia causado por la privación de bebidas etílicas, de la clase que sean, ya que los hábitos de Moreno cubren un espectro que va del whisky al intomable vino que se vende por litros. Pese a lo anterior, no hay que tomar muy en serio estos desplantes adictivos ya que, hoy por hoy, pocas prosas tan lúcidas y envolventes como la de Moreno encontramos en nuestras letras. Dicho de otra forma, estamos ante una notable aventura espiritual.
Black Out
María Moreno
Literatura,
Random House,
Buenos Aires,
2016. 410 páginas