Buen comienzo tuvo este año Santiago a Mil con la reposición de "Ceremonia Mau Mapuche" en la terraza Caupolicán del Cerro Santa Lucía. Magnífica obra de teatro, danza y música que eleva las expresiones mapuches a la categoría de gran arte. La relación con sus antepasados, con la tierra, con los ríos, con los bosques; lo que significa para ellos salir de su tierra y vivir en las ciudades es presentado en un discurso vehemente, lleno de fuerza y realzado con una danza de cuidados movimientos. Hacia el final, con el ritmo característico de sus bailes, invitan al público a incorporarse y la ceremonia se convierte en un rito de participación. Lemi Ponifasio, artista de Samoa radicado en Nueva Zelandia, ha estudiado la cultura maorí, la polinésica y ha trabajado por meses con las comunidades mapuches. Ha observado que existe una clara relación entre todos los pueblos originarios. Mérito especial de Santiago a Mil es haber programado presentaciones de la obra en ciudades de la Araucanía; la experiencia de ver su música, su danza y sus concepciones culturales interpretadas en este alto nivel por artistas mapuches, les permitirá apreciar mejor su propio valor.
También de excelencia en la interpretación, pero en un sentido en cierto modo inverso, es "An Illiad". Si Lemi Ponifasio elevó a gran arte lo que normalmente vemos como sencillas expresiones del pueblo mapuche, lo que hacen Lisa Peterson y Denis O'Hare es traer a un lenguaje y a situaciones cotidianas la gran epopeya que es "La Ilíada". Su propósito es hacernos ver el horror de las guerras. Están el heroísmo de Aquiles y Héctor, pero también el odio y la violencia que los domina. El actor pasa a ser un Homero de hoy cuyo oficio es cantar, y efectivamente en algunos momentos lo hace, las peripecias del largo sitio de Troya que duró nueve años. Una larga guerra porque un buen mozo pero no interesante Paris se llevó a la bella Helena y los griegos vienen a recuperarla. Cuántas veces habrán pensado los troyanos que sería mejor devolverla, y los griegos para qué luchar por ella, pero el honor y los odios surgen con las guerras, todas absurdas. El relato nos muestra la brutalidad e irrefrenable violencia que invaden hasta a ese buen hombre y semidiós que es Aquiles cuando mata a Héctor. Pero hay un momento de humanidad, el rey Príamo, padre de Héctor, viejo ya de ochenta años, va solo con un viejo conductor de su carreta llena de tesoros, a pedir que Aquiles le entregue el cuerpo de Héctor para darle sepultura, y Aquiles, que en la conversación se empieza a enojar, logra dominarse, pone él mismo el cuerpo en la carreta de Príamo y acuerdan 11 días de tregua para que se realicen las honras fúnebres. Esa noche todos tuvieron bellos sueños. Después siguen otros hechos, pero este Homero actual no los quiere contar, todos los saben: la trampa del caballo de Troya que funcionó bien, la destrucción de la ciudad, la reina Hécuba y sus hijas convertidas en esclavas... mejor terminar con el acto bueno de la tregua y el entierro de Héctor. Un escenario con mínimos elementos, el profundo sonido del cello ejecutado desde uno de los palcos, y sobre todo la estupenda actuación de Denis O'Hara hacen inolvidable este espectáculo. Se capta bien y se aprecia la calidad de la actuación, pero mayor ha de ser su impacto para quienes tengan el inglés de Estados Unidos como lengua materna porque lo principal son sus formas de decir.
"Blanche Neige", del coreógrafo francés Angelin Preljocaj nos trajo una inusual conjunción de danza clásica y moderna. Atrae la constante variación de sus coreografías y la sincronización con que se ejecutan, aunque tomen los rasgos entrecortados y fuertes de la danza moderna. Los efectos escénicos se suceden sin pausa. Una gran explosión de sonido inicia un espectáculo que en rápida sucesión nos lleva a través de espacios que desbordan imaginación: los sillones del trono se elevan y quedan suspendidos a media altura; un bosque encantado se forma con altos troncos y un follaje intenso; los enanitos mineros se descuelgan desde una alta muralla rocosa y en una múltiple danza aérea llegan a parecernos una bandada de pájaros. Telones que bajan y suben circunscriben diversas profundidades y el espejo en que la reina se mira para que le diga que es la más bella, tiene las enormes dimensiones de los espejos de los salones reales. En ese espejo, que es sólo un marco, se refleja la imagen de la madrastra y luego vemos aparecer a la bella Blanca Nieves. Su madre que viene a recibirla cuando parece haber ingresado al mundo de la muerte por la manzana envenenada, baja volando desde las alturas. La complejidad de los juegos escenográficos es más admirable si tomamos en cuenta que es una compañía en gira.
Una expresión de danza y teatro completamente distinta es la que nos trae la artista de Senegal Germaine Acogny con su "En un lugar del principio". Con ondulantes movimientos de brazos y manos, con lentos desplazamientos que a veces hace sentada, con un gran traje largo y su cabeza completamente rapada, la artista indaga en sus orígenes, en la extraña historia de su abuela que tuvo a su única hija cuando ya tenía sesenta años. Germaine Acogny cuenta su experiencia de engaño por un hombre blanco. La forma en que su dolor personal interpreta el sufrimiento de su pueblo llega a ser sobrecogedora.
Con distintas técnicas expresivas estas cuatro obras representan un impulso central en el arte contemporáneo, el intento de desentrañar las causas de los problemas que más afectan al hombre actual: la brutalidad de las guerras y la responsabilidad que tenemos al no saber dominar las iras y los odios, la persistencia de las segregaciones raciales, y la observación del dolor que permanece a pesar de los avances técnicos y sociales.