Imagine un elástico que se estira, un junco que se dobla con el viento, una esponja que es apretada; luego figure cómo vuelven a su forma original una vez que se retira la fuerza que los deforma. El término resiliencia es aquella memoria que, en la física de los materiales, mide una energía acumulada justo antes del momento de rotura, y que el objeto utiliza para retornar a su estado original.
La irresistible metáfora fue primero trasladada a la psicología para apelar a los procesos que influyen en que una persona pueda superar un trauma, sobreponerse y transformar la experiencia en un aprendizaje fortalecedor. Esta capacidad de resistencia creativa es extensiva a grupos humanos en la persistencia de la cohesión de una estructura social, y en urbanismo se utiliza para comprender la capacidad que tiene una ciudad para resistir a un desastre y recomponerse después. Principalmente se traduce en la reacción y contención del mismo, y en la recuperación de un estado de normalidad en sus redes, servicios e infraestructura.
Esa resiliencia de la técnica urbanística debe enfrentar, a la vez, a esa resiliencia humana que busca recomponer con porfía su forma de habitar el territorio. De la misma manera como una herida cicatriza, los tejidos urbanos se regeneran velozmente con una energía rebelde. Así, alzando banderas andrajosas, hemos visto a un Chile tenaz ponerse de pie después de los desastres; pero repitiendo en su trama tanto las virtudes como los errores. La reconstrucción espontánea, veloz e incontenible, se anticipa con porfía a la reacción institucional. En contraste, los planes parecen tediosos y abstractos, fruto de una planificación urbana condenada a derivas teóricas e instituciones tan cortoplacistas como amnésicas.
Así, a pesar de Concepción, siguió existiendo un Penco y a pesar del plan de Santa Bárbara, un Chaitén. Y Valparaíso se construye y reconstruye a sí mismo como una pira urbana. Quizás hacer una ciudad resiliente no se consiga tanto con grandes planes urbanos de reconstrucción como integrando esa energía humana y la constante memoria del desastre en la forma de hacer ciudad cada día.