Las fronteras se borran cada vez más, y así como en la ópera hoy el teatro es un componente de tanta relevancia como la ejecución musical, el teatro -y de esto ya tiene tiempo de desarrollo- se ha sumergido en los territorios del cine. Thomas Ostermeier presenta en Chile su versión para "El matrimonio de Maria Braun", la película de Rainer Werner Fassbinder que conmovió al mundo a fines de los años 70 con su descripción de la vida y las opciones de una mujer alemana tras el término de la Segunda Guerra, metáfora de cómo Alemania salió adelante sin jamás renegar de su esencia y sin miramientos ni emocionales ni morales. Hanna Schygulla era Maria, un personaje que puede ser leído como una cruda continuidad de Nora y Hedda Gabler, las heroínas de Ibsen, y de Scarlett O'Hara y su famoso "Juro que nunca más volveré a pasar hambre".
La historia muestra a Maria, casada
in extremis con Hermann, quien debe dejarla para ir al frente. Él no vuelve y se sospecha que ha muerto, de modo que ella adquiere un amante negro y norteamericano, Bill, que la embaraza. Un buen día, Hermann vuelve y, por esas cosas del destino y de forma inexplicable, Maria da muerte a golpes a su amante. El esposo soldado se culpa y va a prisión mientras ella aborta y se involucra con un industrial francés rico, Karl Oswald, que motivado por su pasión, la hará millonaria. La mujer vivirá dividida entre su amor por Hermann, al que siempre visita en prisión, y sus necesidades de otra índole, satisfechas por Oswald.
Con guion original de Peter Märthesheimer y Pea Fröhlich, Ostermeier, con la ayuda de fotografías y películas de los años del nazismo, vincula la historia de Maria con la de Alemania, dando cuenta a través de las imágenes del ambiente social y político durante la guerra, y la consiguiente reconstrucción del país, con el capitalismo en continuo estado de crecimiento hasta llegar a ese triunfo simbólico -de tanto raigambre en las bases del pueblo alemán- como fue la final del Mundial de Fútbol de 1954, cuando Alemania le ganó a Hungría, en Berna.
Ostermeier ofrece una puesta sencilla, clásica se diría, lineal, sin mayores novedades narrativas, pero de gran efecto dramático, apoyado en un notable trabajo de cinco actores que interpretan 27 papeles, en un
tour de force que les exige -salvo a la extraordinaria Ursina Lardi, en el extenuante rol de Maria- numerosas transformaciones por seres tan distintos como madres, soldados, enfermeras, doctores y mozos, en pequeñas escenas que viajan desde el humor a la trascendencia. Thomas Bading, Robert Beyer, Moritz Gottwald y Sebastian Schwarz son un cuarteto de excepcional afiatamiento que rodea con energía y precisión a esta Maria, que no se da tregua a sí misma y que no puede permitir que la oscuridad que acumula en su interior se refleje en su rostro. Aparentemente impertérrita con todo lo que ocurre, ella será una sobreviviente a cualquier costo.
El director enfrenta el punto central de la película de Fassbinder a través de una mirada algo irónica, y esto motiva muchos momentos divertidos. Por cierto, es otra la cercanía que el cineasta tenía con los acontecimientos de la Segunda Guerra que la que tiene Ostermeier, quien mira hoy a Alemania encumbrada en la cima del mundo y que parece querer comentar "miren lo que hemos tenido que hacer para salir adelante".
Teatro Municipal de las Condes. Hoy a las 20:00 y mañana a las 17:00 horas.