"Nufonia must fall" -se explica que "Nufonia" significa algo así como "no es divertido", de manera que el título completo podría leerse como "No es divertido debe caer"- es un conmovedor producto contemporáneo que remite al pasado. Y lo hace no solo porque se resuelve como un gran homenaje desde el hoy al cine mudo -con música ejecutada en vivo- sino porque -hecha la merecida reverencia al aparato técnico involucrado, simplemente magnífico- es un canto al amor por el trabajo más artesanal. También es un elogio a la emoción debida a una ingenua historia romántica, contada en blanco y negro, y capturada por el cómic.
Sus creadores son Eric San -conocido como Kid Koala, DJ, productor musical y autor de las novelas gráficas "Nufonia must fall" y "Space Cadet"- y K.K. Barrett -diseñador de producción y videísta que ha trabajado en películas de Sofia Coppola y Spike Jonze-. La trama se ambienta en una ciudad en blanco y negro, donde un robot T4 al borde de la obsolescencia se enamora de una programadora de robots, Malorie, creadora a su vez de un T5, mucho más eficiente. "Nufonia must fall" amalgama teatro de títeres, video, técnicas cinematográficas y música con un excepcional cuarteto de cuerdas (Afiara Quartet), y tiene al propio Koala en escena a cargo de teclados, ukelele eléctrico, percusión y efectos.
El asunto que más importa, sin embargo, es cómo todo esto está contado. La invitación es a ver una película en vivo, y el resultado lo confirma. Los personajes son pequeñas marionetas de resina de plástico y su entorno es un surtido de elementos que dan forma a la ciudad en que viven, incluidas las condiciones climáticas y las verduras disponibles (es notable la secuencia del sándwich que amorosamente prepara el robot a su enamorada). La acción que vemos en la gran pantalla es la que atrapan, en tiempo real, cuatro cámaras sobre el escenario. Un trabajo de pulcritud pasmosa que implica precisos movimientos de las figuras realizados por titiriteros en coordinación con camarógrafos y músicos, todos ellos aplicados durante una hora a plasmar hasta los más mínimos detalles de la narración audiovisual. Así, las imágenes proyectadas se convierten en una banda de cómic en vivo, que mantiene el espectro monocromático del libro en que se basa.
Parte del disfrute es ir con la mirada desde la pantalla al escenario, apenas iluminado, y ver a los operadores pasar de un lado a otro, ingeniándoselas para dar cuenta de las perspectivas y de los traslados (viajes en ascensor, en auto y en bandas transportadoras), y forjar con economía de medios el flujo emocional del relato. Al término, el público puede visitar el escenario para comprender a fondo cómo es que este sorprendente espectáculo es posible.
Centro de las Artes 660. Hoy, última función, a las 20:00 horas.