Daniel Chavarría (1933), uruguayo de nacimiento, en 1969 secuestró un avión en Colombia y lo hizo aterrizar en Cuba, donde reside desde ese año. Su carrera literaria, desarrollada íntegramente en la isla, comenzó en 1978 con Hoy , al que le sucedió una quincena de títulos, la mayoría de ellos premiados en su país de adopción. La especialidad de Chavarría es la novela negra, aunque clasificarlo así puede ser erróneo, debido a que este prosista ha llevado el género a múltiples variantes, destacando la narración de aventuras, el relato de pura acción o la combinación de formas y estilos que producen textos inclasificables. Chavarría es una curiosidad en el panorama de las letras cubanas: no parece comulgar con las ideas revolucionarias, se diría que es un disidente del régimen, de ningún modo podría considerársele comunista y he aquí que escribe y publica sin problemas en la nación caribeña.
El último room service es, en apariencia, una trama compleja, pero esta idea desaparece cuando hemos leído unas pocas páginas. Detrás de una maraña de recursos trillados, tenemos una intriga bastante simple, tan simple que podría resumirse en un par de párrafos. Como sea, Chavarría posee talento, tiene claro el plan novelístico y por si lo anterior fuera poco, siempre es ameno y casi nunca se va por las ramas, salvo en ocasionales alusiones literarias o artísticas que suelen estar de más.
El último... es, básicamente, una historia de amor, engaños y venganza. Y transcurre durante los 30 años que van, más o menos, desde 1971 al comienzo de siglo, en una cronología deliberadamente confusa. Los protagonistas son Leo y Eva. Él, un hombre atractivísimo, es barrendero, pescador ilegal, delincuente prontuariado, y sueña con poder emigrar a Estados Unidos, junto a su madre. Al comienzo lo conocemos muy joven y hacia el final, su decadencia física es evidente, por haber sufrido impactos de bala y perdido la voz tras un ataque sufrido en su primer intento por escapar del castrismo. Ella, una mujer madura de impactante belleza, pasa por ser corresponsal extranjera de diversos medios angloparlantes, lo que es una fachada que oculta un pasado delictual, sucesivos períodos en prisión, ejercicio de la prostitución casual y otras tareas afines. Apenas se conocen, la atracción mutua es instantánea, se enamoran perdidamente uno del otro y comienza una relación que sabemos que va a terminar mal, aun cuando Leo ni se lo sospecha, encadenado como está por las redes eróticas, intelectuales y de toda clase que le ha tendido la voraz Eva. Nada de esto resulta extemporáneo ni tampoco luce falsificado: cualquier isleño algo inocente, por más curtido en el crimen y la dura lucha por la sobrevivencia, se rendiría de inmediato ante la soberbia Eva, mucho más inteligente, sofisticada y maligna que su incauto compañero.
La verosimilitud o inverosimilitud de El último... se encuentra en el nudo argumental, consistente en el hallazgo de un tesoro marino de incalculable valor, compuesto de monedas de oro del siglo XVI con el que se topa Leo durante una expedición de pesca submarina. Por cierto, le cuenta todo a Eva y por cierto, ella enseguida elabora otros planes, que, en lo básico, le permitirán apoderarse de las talegas para, acto seguido, eliminar físicamente a Leo. En verdad, el grueso de El último... está dedicado a explicarnos los descabellados propósitos de Eva, quien, aparte de su inteligencia superior, tiene todos los contactos necesarios para transar el dinero en Nueva York y otras ciudades extranjeras. De modo paralelo, Leo va cayendo en una trampa mortal, de la que escapa con vida gracias a su sobrehumana capacidad de resistencia.
No es que en la actualidad sea totalmente imposible hallar riquezas ilimitadas en el fondo del mar, aun cuando, forzoso es reconocerlo, es extremadamente raro, por no decir implausible. Y lo es más aún en un estado sometido a un férreo control de las divisas y a un sistema económico en el que esta clase de hazañas son virtualmente inviables. Si le creemos a Chavarría o tomamos en serio El último... parecería que solo es cosa de tener buenos pulmones, zambullirse y toparse con oro en vastísimas cantidades. Con todo, podemos aceptar la ingenuidad de Leo y la absoluta sangre fría de Eva; no obstante, hasta ahí llegaría el cuento. El resto, o sea, las inescrupulosas y sutiles maniobras de Eva y las diversas hazañas de Leo para darle su merecido son realmente poco concebibles. Como sea, este volumen es meritorio por la imaginación y la capacidad de entretener que muestra Chavarría.