Por estas fechas, acostumbramos a expresar buenos deseos o a consultar adivinos. En cambio, los pragmáticos anglosajones prefieren formular sus "resoluciones de Año Nuevo", esto es, sus buenos propósitos para el año entrante. A continuación, sugiero dónde, como país, enmendar nuestra conducta en 2017.
Advierto hoy una alarmante pérdida de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Lissette, la niña que murió en abril pasado al "cuidado" del Sename, abrió los ojos de la opinión pública sobre el abandono de los niños más vulnerables. Ahora sabemos que habría fallecido no por pena, como se dijo entonces, sino que de "asfixia por sofocación", causada por dos cuidadoras que intentaban controlarla. Uno habría esperado que tan espeluznante acontecimiento causara enorme revuelo, un verdadero
tsunami de repudios públicos, investigaciones y renuncias políticas. Pero el tema ha sido acogido con sorprendente frialdad y relegado a segundo plano. La resolución de Año Nuevo: invirtamos en humanidad.
La inseguridad ciudadana, la indefensión, cuando campean el crimen y la drogadicción, están incubando violencia justiciera. Cuatro adultos flagelan y asesinan a un joven acusado (injustamente) de violación. Vecinos indignados echan abajo un muro en una playa, por estimar que vulneraba sus derechos. Taxistas enrabiados por la eficaz competencia ejercida por Uber y otras plataformas no trepidan en amedrentar a esos conductores. Un destacado empresario es agredido a la salida de tribunales. Segunda resolución: tomemos en serio la proliferación de la violencia y pongámosle coto con justicia.
Se ha hablado mucho del advenimiento de la era de la posverdad, la que no alude sino a lo que antes conocíamos como calumnia. La vivimos en 2016: ¿cuánto especularon los medios, azuzados por activistas interesados, sobre la supuesta culpa de las empresas salmoneras en las penurias causadas en Chiloé por la marea roja? La constatación científica de que la acusación era falsa apenas tuvo eco. Más grave aun es la avalancha de falsedades y medias verdades que ha vertido la campaña contra nuestro eficiente sistema previsional de capitalización individual, las que no han sido hasta hoy desmentidas con la debida claridad por ninguna autoridad de gobierno ni dirigente político. La posverdad alimenta el desprestigio de la política y aviva la desconfianza. Tercera resolución: que las campañas de la temporada electoral que se inicia hablen con la verdad.
Mi cuarto y último propósito de Año Nuevo es -por cierto- que volvamos a tomar el camino del desarrollo. En los últimos años hemos perdido el rumbo, pero eso un buen GPS lo puede resolver. Ahora que conocemos lo dura que es la vida en una economía estancada, asumamos en serio la tarea de volver a ponerla en marcha.