Juan Luis Martínez (1942-1993), nombre mítico en el arte y en la poesía chilena. Sus collages desarrollan esa línea creadora que cuenta con figuras tan célebres como Cornell, Duchamp, los dadaístas, el pop art; y que nuestro artista porteño llevó acabo con sello propio. Ya su libro "La nueva novela" incluía, protagónicos, los objetos más diversos e inesperados, transfigurando la crudeza realista de un material originado en el desecho cotidiano, armonizando con fines conceptuales los fragmentos más disímiles. Nada numerosas fueron las ocasiones en que expuso esos trabajos insertos de lleno en las artes visuales. Hoy día, Galería D21 nos ofrece un conjunto de obras nunca exhibidas. Se trata de collages con papeles y de un número menor construido con objetos. Estos últimos corresponden al mismo tipo de los mostrados en sus exhibiciones del pasado. Pero ellos no solo sobresalen, sino que maravillan una vez más. Los encabeza la hermosura exquisita de una caja (1974), en la que se dan cita pequeños conos, una vieja regla, tablas rústicas y el mestizaje entre Oriente y Occidente de una curiosa imagen plana. Simplicidad suprema, en negro y blanco, brilla mientras tanto en el irónico guante de lana de ordenado tejido geométrico y en los ojos relampagueantes de su expresivo terrorista (1990). Al igual encantan las realizaciones dentro de la vitrina: el paradójico globo terráqueo reposando en un nido (1974), el insólito monedero rojo con piedra adentro, la Mona Lisa alterada sutilmente por un rectángulo diminuto.
En lo que se refiere a los collages con papeles pegados, la calidez formal y los atributos plásticos tienden aquí a ceder frente a un sentido más intelectual y literario. Eso sí, mantienen el mismo ritmo visual propio del autor. Recordemos, por ejemplo, la elegancia asociativa entre la efigie de Goethe, el neoclasicismo, la hoja milimétrica y las plumas para escribir. O por el contrario, el sentimiento romántico, a través de los corazones duplicados y sutilmente desgarrados. Entretanto, una ironía de veras ingeniosa se vuelca en el repertorio de pájaros recortados y archivados. De la serie con muestrarios de mármoles, anotemos la estampa del galgo, cuya carrera es subrayada mediante un corte total, y el díptico de los canarios. Por último, en el nutrido proyecto para revista (1988), el ingrediente conceptual se torna más seco y cerebral.
Una apreciable evolución creadora deja ver la exposición de Felipe Cusicanqui, en Galería Patricia Ready. Hay distintas clases de obras. Para empezar, construcciones con pedazos de madera de desecho con figuras humanas pintadas y que transitan hacia lo volumétrico. Además, pinturas sobre arpillera en rojos y ocres, con variaciones numerosas alrededor de una oblonga sandía reducida a su mitad. Acá, el acercamiento a la abstracción se replica en los ramajes apenas insinuados de cuatro potentes telas azules y negro de combustión. Pasando a las imágenes más habituales del expositor, no faltan los paisajes en amplio y mediano formato, ejecutados sobre anuncios callejeros de programas culturales germanos. Entre estos predominan los panoramas de bosques frondosos. Dentro de su gracia característica, acaso los más atractivos se refieran a dos con mapas territoriales como soporte y de relieve más acusado. Méritos similares ostentan los grandes árboles negros y entorno muy verde, realizados solo con textos de revistas y diarios. Entre los cuadros con comparecencia humana habría que destacar, por su vigor visual, el del hombre de negro envuelto por un entorno natural grandioso y el con niños y madres dentro de un bote.
Sin embargo, el aporte actual más novedoso de Cusicanqui resulta su grupo de máscaras confeccionadas con arrugados, amasados, rasgados papeles de periódico. Desde luego patentizan el influjo expresionista, bien comprensible debido a su permanente residencia en Alemania. Son más bien cabezas y sus cuellos trabajados por completo al modo escultórico. Algunos rostros hasta rompen sus tres dimensiones, a través de boquetes que permiten divisar su interior. Mientras más de lejos se examinen estas obras, mejor manifiestan sus dolientes estados anímicos.
En la misma galería de Vitacura, a partir del efecto del efecto del foco luminoso Antonia Cruz nos propone una especie de circulares caleidoscopios dentro de cajas. Varillas de vidrio o mechones de pelo femenino resultan sus personajes, siempre provistos de un fino cromatismo apagado. Si las delgadas varas se entrecruzan angularmente, los cabellos operan curvos, cual rítmicas pinceladas gestuales. Un lujosos librito victoriano les sirve de apoyo, por intermedio de sus ilustraciones con mujeres de cabelleras inusitadamente largas.
Collages inéditos
Estupendos collages del gran Juan Luis Martínez se dan a conocer
Lugar: Galería D21
Fecha: hasta el 29 de diciembre
Tengo más alma que una. Soy más yos que yo mismo
Nuevos rumbos en Cusicanqui: paso seguro a la escultura, más improbable hacia la abstracción
Conservatorio del tiempo
Interesantes caleidoscopios con varillas de vidrio o cabellos, de Antonia Cruz
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 20 de enero