La rabia es un sentimiento activo, cargado de adrenalina por lo tanto de sensación de estar vivo. En la rabia nos sentimos poderosos. En la rabia nuestras fragilidades más antiguas y permanentes parecen desaparecer.
Pasa lo contrario con la pena.
Y ambas, rabia y pena, se confunden en nuestro corazón y en nuestra mente muchas veces.
En nuestros tiempos, todo lo exagerado está prohibido, porque da miedo. Mientras más disimulemos nuestras emociones, mejor nos va en la vida. Tenemos mejores relaciones personales, más éxito en el trabajo. La rabia está mal vista porque es ordinaria, propia de mal educados o primitivos. La pena es propia de los débiles.
¿Qué hacer si nuestras emociones y sentimientos más básicos y también más potentes no tienen curso de acción? Nadie se reta a duelo con otro porque esté celoso (o sea, celoso y asustado de poner en riesgo el amor). Nadie agarra a combos al compañero de pega que le quitó el puesto. Nadie mata a la mujer infiel. Está muy bien que así sea. Convivir entre seres humanos es cada vez menos peligroso.
La parte difícil de la civilización nuestra es que estamos armados para sentir emociones no muy distintas de las del hombre de las cavernas, pero no tenemos formas de demostrarlas con la fuerza que a veces tienen. Esto es aun peor en los sectores altos de la sociedad donde los actos de "salvajismo" se modelan desde la más tierna infancia.
El resultado es que nos enfermamos. Tomamos mucho alcohol, muchas drogas pero sobre todo tomamos muchos psicofármacos para aplacar a la bestia interna que vive en silencio.
Hay muchos que son enemigos de estos psicofármacos. Yo no.
Si me cambian la sociedad en la que vivo y puedo expresarme como se me antoje si la rabia me come o llorar como una loca si la pena me agobia, entonces sería posible que los psicofármacos existieran para las verdaderas alteraciones psiquiátricas y no para la sobrevivencia cotidiana de las personas normales.
Hay un dicho en inglés que dice algo así como "No puedes tener el queque y comertel0". O sea, no puedes tenerlas todas.
Por eso el deporte constante y ojala con fuerza ayuda a mantener la cordura emocional.
Porque somos unos cavernícolas demasiado enojados.