La megalomanía de Nicolás Maduro está superando la de su antecesor y mentor, Hugo Chávez. Si no, cómo se explica que les mandara un mensaje a los niños venezolanos advirtiéndoles que esta "Navidad la tendremos con San Nicolás, pero sin barba sino con bigote". O sea, él se ha transformado en el Viejo Pascuero que entregará regalos, no fabricados en el Polo Norte, sino expropiados a la mayor distribuidora de juguetes de Venezuela. Casi cuatro millones de juguetes requisó el gobierno a comienzos de diciembre, acusando a la firma de haberlos comprado "con dólares otorgados por el gobierno con precio preferencial y (pretender) obtener ganancias de 54.000%".
Maduro juega a ser la víctima de una guerra económica liberada por la oposición, el Departamento del Tesoro de EE.UU. y quizás qué otras fuerzas del mal. Nada reconoce de sus desastrosas prácticas económicas, de una política monetaria que tiene al país sin circulante y a los venezolanos tratando de salvar los ahorros guardados bajo el colchón, porque esos billetes de cien bolívares que debían cambiar en el banco ya no tienen valor. Si no es Washington, es Bogotá y las mafias colombianas que acaparan la moneda local al otro lado de la frontera. Todo mal entendido y mal explicado. Maduro está acorralado por su propia inoperancia, pero tiene todo el poder, a los militares (por ahora) de su lado, y todavía a Cuba como su modelo. Maneja a su antojo al Poder Judicial que coartó las atribuciones de la Asamblea Nacional, y amenaza con quitarles el fuero a los legisladores.
Las cosas en Venezuela van de mal en peor. Poco o nada ha hecho la comunidad internacional, y regional en particular, para defender la democracia y detener las arbitrariedades del chavismo.
Ahí está el caso de Braulio Jatar, el abogado y periodista, nacido en Chile durante el exilio de sus padres, que está encarcelado desde septiembre porque subió a su página web de noticias un video con los cacerolazos de protesta que esperaban a Maduro en un barrio de isla Margarita.
Nos hemos enterado por su hermana, Ana Julia -una destacada economista-, de las deplorables condiciones que ha vivido Jatar en las tres cárceles en las que lo han mantenido. Incomunicado, con apenas cuatro visitas de su mujer e hija, sin recibir a su abogado ni a su médico. "Se le están violando sus derechos humanos como prisionero y el derecho al debido proceso", señala con angustia Ana Julia. Los cargos son "extorsión, fraude, actuar contra el orden constitucional y democrático y legitimación de capitales". Para ninguno de ellos hay pruebas, salvo el último, para el cual, me dice su hermana, se le plantaron dólares en el automóvil, sin demostrar que fueran suyos. El Gobierno chileno, que ha sido benevolente con el chavismo, asegura que ha hecho todo lo posible por liberarlo. Ana Julia ruega que Michelle Bachelet llame a Maduro y le pida que lo "expulse" a Chile. Ese sería un gesto humanitario de la Presidenta, que no salvaría a Venezuela pero que daría una señal positiva a la región.