La llegada de Jaime de Aguirre a TVN como director ejecutivo es un triunfo retardado del presidente de su directorio, Ricardo Solari, quien hacía meses había propuesto su nombre para el puesto tras la renuncia de Carmen Gloria López y no había logrado contar con los votos necesarios para su ratificación.
De Aguirre, ex director de programación de la televisora por 11 años tenía a su favor el haber diseñado con éxito la pantalla de la televisión pública de los años 90 y, en su contra, el haber capitaneado posteriormente la pantalla de CHV hacia puertos populosos en audiencia, pero varias veces cuestionadas en cuanto a calidad.
Su llegada a TVN meses antes no solo había presentado la duda sobre cuál era la actual identidad televisiva del ex creativo de la Franja del No; también estaba la mancha ética que se había cernido sobre su figura tras verse involucrado en el caso SQM por boletas giradas desde una sociedad comercial privada para recibir pagos del antiguo controlador de CHV Sebastián Piñera, dueño de Bancard.
Con todo esto a la vista, el primer intento de Solari zozobró. La salida de contingencia fue elevar a Alicia Hidalgo, entonces a cargo de la gerencia general, a la primera línea de flotación. Estos nueve meses de Hidalgo fueron fructíferos, mejoró los números de un canal que arrastraba casi cinco años de deterioro por malas decisiones ejecutivas y corporativas. Pero a ojos del timonel del directorio eso no bastó; apenas se produjo la renovación de los sillones de su gobierno -renuncias y vencimientos de periodos mediante-, contratacó.
¿Por qué insistir en reflotar a De Aguirre una vez más? ¿Será que realmente no hay riesgo de que la exposición política dada por el caso SQM vuelva a asomar? Hay varias razones que podrían explicar, incluso tras un breve y fallido paso del ejecutivo por Canal 13, esta tozuda voluntad.
Por un lado está la necesidad de tener un hombre de TV, algo que resuena a dogma sobre todo si se mira que administraciones exitosas como la René Cortázar y Daniel Fernández -bien apoyadas en una eficaz dirección de programación- no siguieron esa fe. Por otro, está el impío diagnóstico de que cómo la hoja de ruta de la industria está cambiando imprevisiblemente, con nuevas plataformas y asociaciones internacionales, tener capitaneando a un hombre que maneja información estratégica de la competencia suma poder de fuego y maniobrabilidad.
El pragmatismo también pareciera estar detrás de una tercera razón: TVN necesita recursos. Desde dentro del directorio hacen ver que el controlador de esta empresa pública (el Estado) no inyecta capital desde 1992. Y, como la ley que entrega remesas está paralizada en el Congreso, De Aguirre pareciera ser un hombre con más muñeca política para lograr su agilización.
De Aguirre, talento ungido por la antigua Concertación que luego enfiló hacia el puerto televisivo del líder natural de la Alianza y que hizo una carrera de corta distancia en las aguas de la red de Luksic, sin duda añade a sus conocimientos televisivos el saber navegar con el poder.
Pero es justo ese atributo el que más habrá que observar en este año electoral. De Aguirre es un blanco que ya ha sido expuesto por el mundo político; y abre para la televisora un flanco que, aunque no ha sido directamente atacado -no ha sido formalizado por SQM-, tampoco está blindado.
TVN no es solo un canal de televisión pública que se debe autofinanciar. En su ley fundacional también se le mandata autonomía editorial. Entonces, en un año en que el establishment político pelea su permanencia ante un electorado que le da constantes señales de desafección, lo más preocupante que podría suceder sería el ver su pantalla cooptada por quienes necesitan lucir primeras piedras y cortes de cinta con desesperación. A nivel de audiencias críticas, esas que debieran preocuparle a la televisión pública, eso sería un espolón.