¿Cómo describir la vulgar, machista y deplorable reciente entrega de "regalos" durante una cena de Asexma, a ministros, empresarios y precandidatos presidenciales? ¿Se habrá registrado en democracia otro episodio tan torpe, insensible e irrespetuoso hacia la mujer, y que haya dado la vuelta al mundo, comprometiendo además la imagen de Chile? Acá la condena fue transversal y abrumadora; en el extranjero primó el azoro. Para unos, la prueba de que Chile rueda cuesta abajo; para otros, la de que así, "en fin", es América Latina.
La muñeca inflable desnuda, destinada a usos sexuales, que recibió sonriente el ministro de Economía y fue celebrada -según muestran las imágenes- por personalidades en el escenario, recuerda a las matrioskas rusas, esas muñecas huecas que albergan una dentro de otra, por los múltiples significados que encierra.
Pero no hay que confundirse. El tema no es la muñeca en sí (cada cual es libre para emplear en su intimidad el toy que prefiera), sino la proyección pública de una denigrante imagen machista para la mujer. Más allá de la vulgaridad, lo condenable es la reducción de la mujer a un objeto a disposición del hombre, sin voluntad y a la espera de ser "estimulada" sexualmente. El espectáculo enseñó además algo alarmante: en materia de género estamos, como país, más atrasados de lo que suponemos.
La primera matrioska , que contiene a las demás, es la del descriterio. ¿Por qué representantes gubernamentales y políticos experimentados carecieron del coraje para condenar cuanto ocurría, para rechazar el regalo o retirarse del escenario? ¿Se contagiaron todos del populismo que transforma a muchos políticos en seres ambiguos, que solo buscan aprobación y aplauso, que no se atreven a discrepar de la masa, que jamás lanzarían un "¿por qué no te callas?" ante la estupidez humana, pero que aspiran a guiar a Chile?
La siguiente matrioska es la de la burbuja. En nuestro país habitamos en burbujas sociales que poco o nada se comunican entre ellas, y por eso muchos tienden a confundir su entorno social cotidiano con el de vastos sectores del país. Lo personal se vuelve así engañosamente universal. Es lo que ocurre hoy a políticos rehenes de su lenguaje y nivel de vida, enfrascados en los comités partidarios y el Congreso Nacional, construido este último de espaldas a la ciudad que lo rodea.
Está también la matrioska generacional. ¿Les habrá jugado también la edad una mala pasada a quienes participaron en el espectáculo? ¿No será que la modernización de Chile y su integración al mundo globalizado instaló entre las generaciones jóvenes y las mayores una brecha insalvable en términos de sensibilidad y valores? Porque los felices rostros de los premiados que se ven en las fotos sugieren que estos solo repararon en su faux pas cuando las redes sociales ya los condenaban en forma unánime.
Por último está la matrioska del eclipse social, es decir, aquella que representa todo lo que pasó inadvertido para la gran mayoría mientras comentábamos la cena de Asexma: la formalización de la nuera de la Presidenta y su denuncia de supuestas filtraciones del caso a la prensa desde el Ministerio Público; la rebelión del Partido Socialista contra la Mandataria, al declararse en estado de "reflexión" y obstaculizar la agenda gubernamental, y el inquietante anuncio de la agencia de riesgo crediticio Fitch, que ve por primera vez una perspectiva negativa para la clasificación de riesgo de Chile debido a que la deuda pública se empina por el 21% del PIB.
Pero la matrioska chilena terminó eclipsando algo más: el tema del millón de capitalinos que salió a celebrar la parada navideña de una importante cadena comercial. Quienes sostienen que los chilenos están hartos del "modelo" y desean arrancarlo de raíz, deben haber fruncido el ceño: las bien organizadas marchas antisistémicas no convocan ni a la décima parte de estas multitudes.