Con "Perdiendo la batalla del Ebr(i)o", notable acierto de 2014, el director Claudio Santana, tras incursionar en distintas líneas de trabajo, pareció encontrar por fin su estilo propio en el área escénica que más se dedicó a profundizar, la escuela de Jerzy Grotowski. Él es el teatrista chileno que más entrenamiento ha recibido en Europa de discípulos directos de ese maestro polaco fallecido en 1999, que promulgó un teatro poético y de carácter ritual creado a partir de la energía y el cuerpo del actor.
Su actual estreno, "Falsificadores del alma", quiere profundizar en la corriente grotowskiana. Es otra apuesta experimental de corte performático, elaborada con el mismo método e igual equipo, ahora aplicando además un principio desarrollado por Santana que él llama dramaturgia práctica. Lo que vemos y oímos es algo así como una partitura de movimientos, sonidos y palabras, surgida durante un largo proceso de indagación del propio accionar físico de los ejecutantes en escena.
Sea como sea, el atractivo del resultado está justamente en la entrega de sus siete actores buscando establecer una conexión próxima y cálida con el público, que rodea el escenario por tres frentes. Ellos generan una especie de sugerente liturgia que incluye evoluciones coreográficas de expresión corporal, juegos gestuales, textos y canto coral 'a capella'. Tal como en "Perdiendo...", el elenco se ve compenetrado en lo que está haciendo y su riguroso desempeño crea una atmósfera amigable y acogedora que despierta real interés.
Y que sobre todo da una impresión intrigante e incierta. Está claro que la dramaturgia, que reúne textos de las fuentes más dispares, es la que falla. Si uno no leyó información previa, es imposible entender que presenciamos el ensayo de unos actores retornados del exilio en Polonia, que intentan reinsertarse aquí montando una versión apócrifa de una obra de Grotowski. Si uno lo sabe de antemano y eso espera, tampoco se dan claves o referentes para seguir esa idea, aparte de que hay demasiados parlamentos en italiano, francés e inglés. El conocedor debe estar bien alerta para captar que en un momento estamos frente a un encuentro entre Grotowski y Peter Brook, otro gran maestro teatral del siglo XX.
Por estimulantes que sean sus componentes formales, ellos permanecen inconexos, sin un contexto; no hay un eje que aglutine el total y le dé sentido a las partes que saltan bruscamente de una a otra cosa. Por tramos insinúa ser una reflexión metateatral dirigida a entendidos, acerca de qué es la representación y cuáles son sus fronteras con la vida. Adopta a veces una mirada burlesca sobre lo anterior, o insinúa con pretenciosidad interesarse en un foco mucho más amplio, las nociones de libertad, Dios o muerte para el hombre. Hay además una atractiva planta de luces, pero los cambios lumínicos alumbran una escena inalterable en su hermetismo durante los 70 minutos que dura.
Teatro del Puente. Sábado a las 21:00 horas y domingo a las 20:00 horas hasta mañana. Entrada: $6 mil general; $4 mil tercera edad; $3 mil estudiantes.