Como ya hemos repetido tantas veces, la vida es cambio. Y no está en nuestra voluntad detenerla.
La aceptación no es, como creen algunos, enemiga del cambio, es una cualidad importante a desarrollar. No debe asociarse a esas viejitas que no permitían ni la rebeldía ni la queja, porque la única tarea de un buen hombre o una buena mujer es la aceptación de lo que nos tocó. Es cierto que muchas cosas nos tocaron no más. No las elegimos, no las podemos cambiar.
Ni la biología, ni la familia, ni el país, ni la clase social, ni siquiera el colegio donde nos hicieron estudiar. En algunos, estos determinantes de la vida han sido un peso fuerte que les han producido rabia y dolor; en otros, ha sucedido al revés.
Pero a pesar de eso que nos fue dado sin preguntarnos, la actitud con la que se viven los momentos difíciles y aun los dolores inesperados o fuertes, la podemos determinar en gran medida nosotros. Algunos esfuerzos que ayudan:
La alegría: acaparar las alegrías que nos llegan y buscarlas si parecen desaparecidas. Como quien busca el tesoro perdido. Están, y si las encontramos, es un alivio constatar que existen.
La conciencia, el estar alerta: muchas veces dejamos que las cosas nos pasen como si no tuviéramos historia. Sabemos ya que hay cosas que nos debilitan más que otras, que nos hieren, que nos botan. Evitarlas en lo posible pero, en general, cuidarnos de no exponernos más de lo necesario a lo tóxico. Los límites de lo que toleramos los ponemos nosotros.
Las opciones: tenemos muchas, siempre. La mayoría internas, de trabajo con nosotros mismos. Cuando nos angustiamos, el mundo se reduce y se produce un efecto de túnel en que cuesta mirar otra cosa que no sea la crisis o la pena o el miedo. Eso es normal. También es posible que nos demos espacios para mirar otras maneras de enfrentar lo que estamos viviendo. Es como escribir otra novela, con otro final.
Hacer: Lo peor es empezar a hacer mil cosas para evadir. Los dolores son para vivirlos, de otra manera no se aprende nada en la vida. Pero nuevamente recurramos a nuestra historia. Qué cosas puedo y quiero hacer que me hagan mover el cuerpo, cambiar de escenario, abrir el cerebro a otros colores, olores, risas o penas. Y eso sí ayuda. Porque ya no estamos solos en el mundo, hay miles de cosas pasando, y empezar a asomarse a él es una gran idea.¦
"Cuando nos angustiamos el mundo se reduce y se produce un efecto de túnel en que cuesta mirar".