Hace unos días fui invitado a participar de las actividades de clausura del Programa de Recuperación de Barrios Patrimoniales en Puerto Varas, organizado por la Seremi de Vivienda y Urbanismo, la municipalidad de la ciudad y el Consejo Vecinal de Desarrollo del Barrio Típico. Puerto Varas ha logrado reconocer desde hace tiempo la existencia de zonas de valor patrimonial y, dentro de ellas, numerosos inmuebles que deben ser protegidos. La tarea no ha sido fácil: la carencia crónica de un plan regulador adecuado ha permitido la aparición de edificios y conjuntos de tamaño abusivo, característicos del desarrollo inmobiliario avasallador, entre los cuales destaca un descabellado mall en pleno centro de la ciudad, que desvirtuó para siempre la relación paisajística que existía entre la Plaza de Armas y la bellísima iglesia del Sagrado Corazón de Jesús que sirve de símbolo a la ciudad entera.
Sin embargo, la comunidad de Puerto Varas se ha organizado de manera ejemplar para valorizar los paisajes y edificios que subsisten y el programa, a cuya clausura fui invitado, es una muestra de lo que se puede lograr cuando los objetivos son claros: reconversión de edificios antiguos, protección efectiva de zonas e inmuebles, recuperación de espacios públicos degradados y, tal vez lo más importante, la institucionalidad de la organización y la participación local. Todo esto se ha logrado en apenas tres años.
En un flamante auditorio dentro del recién restaurado Molino Machmar, que es ahora un centro cultural, tuve la oportunidad de reflexionar sobre los desafíos del patrimonio en Chile. Dije que el más notable cambio ha sido sobre la definición de lo que es patrimonio, desde una visión nostálgica que lo consideraba como un objeto aislado y anec-dótico, a una expresión viva y presente, inserta en un continuo espacial, histórico y cultural. Que hoy sabemos que es falso cuando nos dicen que la única manera de generar desarrollo urbano y económico es reemplazando lo antiguo por algo nuevo y más grande: existen numerosos ejemplos de éxito urbano a partir de preexistencias, incluyendo instrumentos de planificación y estímulos financieros. Que estamos en una época de renovado impulso participativo, gracias en parte al advenimiento de nuevas formas de comunicación y acceso a la información, y que los esfuerzos deben concentrarse en la organización y capacitación de actores ciudadanos. Que, una vez superados los primeros obstáculos financieros y de organización, debemos poner atención en la calidad del diseño urbano propiamente tal y que, de cara al futuro, debemos difundir los logros y las convicciones sobre todo a los más jóvenes, hoy ávidos de historia y sentido de identidad.