The Rolling Stones - "Blues & lonesome"
Por más que el menor tenga 69 años, a los cuatro bonachones detrás de The Rolling Stones aún no les llega el viejazo. Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts se conservan intactos física y mentalmente, pero entienden que el final está más cerca que hace un par de décadas. Puede llegar en cualquier momento. Por eso decidieron emprender un nuevo -y quizás último-viaje al estudio de grabación, haciéndose cargo de un viejo capricho: la construcción de un álbum que tributara a las viejas glorias del blues que tenían como música de cabecera cuando todavía no debutaban bajo su legendario nombre.
Y el resultado es conmovedor. En 12 canciones y poco más de 42 minutos de duración, los Stones rejuvenecen gracias a "Blues & lonesome". Un disco grabado en solo dos días donde la sociedad se oye definitiva y mecanizada en cada acorde, pero con el alma necesaria para disfrutarla. De allí nace ese sonido de taberna con ampolletas de bajo voltaje, olor a alcohol y el rumor de amores de una noche. Jarana de alto vuelo que hace que Watts golpee los platillos con un ímpetu más bravo al acostumbrado, la dupla Wood-Richards descargando electricidad amplificada a un blues que ruge desde las guitarras y el frontman narrando apasionado esas historias escritas por sus ídolos de adolescencia como si hubiesen sido hechas a su medida.
"Commit a crime" de Howlin' Wolf, "Just like I treat you" y "I can't quit you baby" de Willie Dixon o "Hate to see you go" de Little Walter viajan en el tiempo hacia una época donde el futuro del rock se muestra inquietante, pero que en manos de The Rolling Stones logran ponerse a salvo. Además, el camino los hizo encontrar un aliado como Eric Clapton, que se une en "Everybody knows about my good thing" y la mencionada "I can't...", una ruta que indicaba la grabación de material inédito y que el instinto transformó en blues. Jagger y Richards esperaron más de medio siglo por ese instante, que llegó en el mejor momento posible: añejando un sonido que exige experiencia y sabiduría. Y si el círculo se cierra con "Blues & lonesome", la despedida del cuarteto habrá sido brillante.
The Weeknd - "Starboy"
El paso del tiempo en la industria musical no corre igual para todos. Mientras Radiohead se tardó cinco años en entregar un sucesor a "The King of limbs" (2011), el pop lucha contra el éxito momentáneo y la sobreoferta. Lo hizo Rihanna con la publicación de tres singles en 2015; y a The Weeknd, la superestrella del momento, solo le bastaron 15 meses para dar por terminado el período "Beauty behind the madness" (2015) y comenzar con "Starboy", su nuevo trabajo discográfico. Allí, el cantautor canadiense de 26 años vuelve a acercarse al trasnoche y sus excesos.
Como si fuese la primera línea narrativa detrás de su catálogo, utiliza la histeria de "False alarm" para contar la historia de un amor no correspondido en manos de una trepadora amante de las joyas y los anillos o "Party monster", donde Abel Tesfaye habla de su "botín" convertido en una mujer con los labios de Angelina Jolie y el trasero de Selena (¿Gomez?) con la que despertó la última mañana. Cortes sugerentes que se vuelven constantes a lo largo del disco, con la colaboración del rapero Future en "Six feet under" y "All I know" en su afán de explorar en primera persona el pulso nocturno.
Eso sí, The Weeknd no solo vive entre las sombras, también gusta de las estrellas: dijo haberse inspirado en David Bowie para titular el álbum y recuerda a Michael Jackson en ese R&B de cadencia bailable y electrónica de "Love to lay". Transforma a Lana del Rey en su musa definitiva en la candente "Stargirl interlude", mientras Kendrick Lamar desenfunda su poderío en las rimas como una ametralladora en "Sidewalks". Aunque la reaparición de Daft Punk en "I feel it coming" y "Starboy" dicta el lugar en el que se posan las miradas dentro de una producción que encuentra grandes canciones, pero que en la ambición de hacer del disco un cuento narrado capítulo por capítulo, se vuelve demasiado extenso y falto de inspiración.