La indudable calidad narrativa del discurso de Tiempo quebrado , tercera novela de Pedro Staiger (Santiago, 1942), confirma que la dimensión artística o literaria de un relato no depende de lo que se dice (porque ya ha sido dicho muchas veces), sino de la manera diferente como se dice. Su argumento es sencillo y la caracterización de los protagonistas es bastante convencional (son fracasados que provienen de espacios sociales, ideologías y costumbres opuestos). Su referente, el golpe militar de 1973, reaparece con insistencia en los relatos chilenos de las últimas décadas. Lo mismo sucede con el motivo central de la historia: el reencuentro de dos exiliados que, en el caso de la novela de Staiger, lo son por distintas razones.
En los meses anteriores al golpe militar de 1973, Jorge ve por primera vez a Isabel en una manifestación antiallendista que tiene lugar en la Plaza Baquedano. Isabel es una joven burguesa que sueña con llegar a ser una eximia ejecutante de piano y Jorge, un idealista que lucha por una sociedad construida de acuerdo a los principios del marxismo. Ambos salen de Chile una vez ocurrido el golpe militar: Jorge, como exiliado político, e Isabel para estudiar piano en París. En esta ciudad se encuentran y se enamoran. Sin embargo, después de vivir un tiempo juntos, Jorge abandona sin anuncio previo a Isabel dejándole como explicación una carta que ella considera cobarde y que su mismo autor llama bastarda. Nunca vuelven a saber el uno del otro, pero transcurridos veinte años se reencuentran de forma inesperada en el Central Park de Nueva York. Con este episodio se inicia el relato de Tiempo quebrado .
Es en la manera como el lector percibe el pasado de ambos personajes donde radican los méritos de esta novela. El discurso, puesto alternativamente en boca de Isabel y Jorge, no solo exhibe un excelente nivel lingüístico, sino que además adquiere con naturalidad las inflexiones pertinentes a cada uno de sus emisores. Pero en ambos casos se caracteriza por ser un discurso doloroso y reflexivo. Isabel y Jorge recuerdan quizás por escrito, según se desprende de algunas frases de Jorge, los pensamientos que cruzaban por la conciencia de cada uno mientras conversaban en Central Park y durante las horas que prolongaron el encuentro en un café y después en una cena, habiendo previamente asistido a un concierto. El texto nos enfrenta, pues, a un acontecimiento de limitada movilidad que en el presente del relato se encierra en un tiempo breve. Los numerosos episodios del pasado de cada uno, sin embargo, se atropellan y luchan por sobreponerse unos sobre otros con fuerza considerable. En este sentido es un acierto del autor desarrollar la historia de Tiempo quebrado desde la interioridad de cada personaje. Los discursos silenciosos que se esconden detrás de las palabras de Jorge e Isabel adquieren una notable intensidad expresiva que presta a los acontecimientos una fisonomía diferente, a veces casi de símbolo. Así sucede con las imágenes que describen el golpe militar de 1973. O bien, que por momentos puede rozar la conciencia mítica: "... yo debiera haber intuido en aquel chaparrón de verano madrileño el sendero que me conducía, implacable, al centro de Nueva York", reflexiona Isabel mientras escucha a Jorge. Este, por su parte, afirma que "no fue al azar ni por casualidad. Es que no podía ser otra ciudad el escenario de este encuentro".
Tiempo quebrado ofrece, pues, temas y personajes recurrentes en nuestra narrativa de los últimos años: la fractura de la historia que provocó el golpe militar de 1973 y la tragedia que vivieron sus víctimas. Mientras otros relatos representan este referente echando mano de formas testimoniales ficticias y encierran así sus consecuencias dentro de los límites de la experiencia privada, la novela de Pedro Staiger lo observa con una fuerza expresiva que le confiere una dimensión artística que sorprende y que a la vez otorga al tipo literario del fracasado un perfil asimismo novedoso.