Por entero distintas entre sí, dos exposiciones fotográficas finalizan el año en Fundación Corpartes. De ese modo, Jorge Brantmayer muestra una nueva y nutrida serie de retratos de un naturalismo técnicamente manejado con excelencia. Afrodescendientes venidos desde Haití, República Dominicana, Perú, Colombia, Cuba y hasta de Ghana resultan los protagonistas. Identificados con nombre, apellido y domicilio comunal, sus cabezas bastan sugerir los cuerpos; aunque concurran niños y algunos viejos, la mayoría demuestran plenitud física. No obstante, lo que verdaderamente llama la atención es, cómo más allá del brillo carnal de sus rostros en blanco y negro, emana de cada uno esa individualidad única e irrepetible del alma humana. Es que se ha conseguido una verdadera entrega del fotografiado a la lente del fotógrafo. Sin gesto muscular alguno, sólo la disposición de los labios y la intensidad del mirar resultan suficientes para que captemos su diversidad sicológica, susdiferentes disposiciones anímicas del momento. De una manera parecida a lo ocurrido en la serie Cautivas (2003-2007) del artista, ahora vemos desfilar ante nosotros, dentro un mantenidoánimo general de optimismo, asomos que van desde la esperanza a la desconfianza, desde el desafío fiero a la mansedumbre, desde el dolor al contento; tampoco faltan la mirada limpia ni la tortuosa. En cuanto a los protagonistas más juveniles, su actitud neutral se esconde tras las caras pintarrajeadas, mientras los escasos viejos muestran la voluntad de seguir luchando. Eso sí debe reconocerse que, luego de una contemplación detenida de la exhibición y sin mengua ninguna de sus méritos estéticos, tanta individualidad termina por marea, por saturar al espectador. Es el pago de la disposición acordada por el impecable montaje.
Sin duda, la retrospectiva (1962-2016) de Marcelo Montecino carece de la estupenda unidad del conjunto anterior, ofreciendo además algunos altibajos de calidad. De la existencia cosmopolita del autor nos hablan las locaciones diversas de sus fotografías con y sin coloración. Estas, de una manera global, tienden a detenerse en los aspectos anecdóticos y pintorescos. Sin embargo, haylogros suficientes que dan un lugar a Montecino dentro de la fotografía nacional. Siguiendo el orden de la presentación, principiemos por destacar la espontaneidad y el excelente encuadre formal de esos cuatro niños de Orfanato (1981) y, a la inversa, la expresividad finamente macabra de Familiares esperan a la salida de la morgue, cuya fecha de 1973 desencadena asociaciones que intensifican su efecto. O el humorismo con similar asunto y año de En las puertas de la morgue. Visión por completo distinta, y notablemente bien rescatado es el ambiente saturado de humedad, en una invernal Calle Lira (1988). El logro espacial y el manejo expresivo de la doble imagen se concretan, entretanto, a través de Mi fotografía del estadio en el Estadio Nacional (2016). Respecto a Soldado abatido (1988), su título constituye un acierto pleno de ironía; asimismo, Partitura (1973) y sus perros para sujetar ropa. En fin, la inclusión de un grafiti y de religiosas estampas populares otorgan encanto especial a, ahora en colores, Septiembre (1973).
Nunca antes nos habíamos detenido en el jardín de esculturas de Corpartes. Remediar ese hecho nos ha permitido descubrir, junto a la belleza extraordinaria conseguida por el venezolano Jesús Soto de 1992, ya visto dentro del edificio, trabajos en bronce de Rodin -Jean d'Arc, de 1886 y fundida en 1967-, De Chirico -el surrealista Ettore e Andromaca (1940-1988)-, Dalí -la Venus atravesada por cajones de 1964 y 1988-. A ellos se suman un Matta sumamente onírico -Eramen, broncíneo árbol como columna vertebral humana, de 1985-1986- y, de nuestros días, uno de los lindos campos florales -88 arcillas y cobres (2011)- de Fernando Casasempere.
La joven y conocida escultora chilena Laura Quezada se presenta en el más flamante espacio arquitectónico de Universidad de los Andes. De acuerdo con la habitual línea creativa de la artista, resultan las floraciones y semillas sus protagonistas. Aquí, desde el primer momento, destacan una variante más figurativa y simple de su quehacer: el vigor primaveral de dos Florente, en fierro pintado blanco y leño natural de desecho. También se ubica dentro de horizonte similar, Hojas en danza. Respecto a los dos Tunal, constituyen éstos una síntesis acertada de un tema tan vegetal. Formalmente más complejo, el resto de lo exhibido opta por una mayor abstracción. Recordemos, así, las dos Orgánica.