Cuando en su existencia social el ser humano descubrió que podía, en vez de agredir físicamente al otro, expresar su ira a través del insulto, se produjo ya un gran avance civilizatorio. Ese paso -esto es, la sustitución de la acción violenta por un discurso violento, con todos sus matices- debió demorar decenas de miles de años. A su turno, el tránsito desde un discurso violento al discurso crítico, esto es, a la expresión razonada de mi desacuerdo, importa un grado de refinamiento tan valioso como precario: los debates de las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses pusieron en evidencia cuán fácil es involucionar en este ámbito. Por eso, después de una simpatía inicial, me inquieté con ese "¡Tanta crítica es cansador!" que endilgó la ministra vocera del Gobierno (un cambio ministerial bastante atinado, dicho sea de paso), sin darse cuenta de que, al decirlo, ella también estaba intentando una crítica. ¿Es apropiada su crítica a la crítica? La crítica, por cierto, debe estar abierta a crítica ella misma. Estoy consciente de que me puedo estar disparando a los pies (soy crítico literario aficionado), pero creo que quien critica cae bajo la ley de su propio discurso; de otro modo, el crítico corre el riesgo de todo aquel que es resistente a los argumentos que deliberan y enjuician la corrección de sus actos: la peligrosa autocomplacencia.
Una crítica auténtica -incluida la crítica a la crítica- solo requiere cumplir con ser argumentada. Si la crítica se dirige contra el crítico y no contra sus argumentos es una falsa crítica, porque se retrocede hacia el insulto. Criticar es exponer claramente argumentos contra argumentos. Los límites no son siempre precisos porque hay un tipo de argumento que simula ser tal pero en verdad oculta un insulto: la falacia
ad hominem. "X es un dictador porque durante 50 años no ha hecho elecciones", dice A, y B le replica: "A miente porque cuando Y fue dictador no lo criticó, pudiendo", es un ejemplo de falacia ad hominem . El insulto implícito es: eres un inconsecuente y oportunista, lo cual puede ser verdadero, pero ello no debilita en nada su afirmación de que X fue un dictador porque no celebró elecciones durante 50 años.
"¡Tanta crítica es cansador!" va por el mismo camino: en vez de contraargumentar, que puede ser cansador, dice: "Eres un cargante, déjate de criticar y ayuda en algo". Esto también puede ser verdadero, pero inatingente. Es como si un narrador a quien le hubiese yo criticado una novela un tanto ácidamente -lo que es inusual-, me dijera: "¡No seas cargante, déjate de criticar y escribe tú una novela si te crees tan hábil!", una afirmación efectista nada más, pero que deja incólumes mis argumentos contra su novela. Es que criticar cansa.