En 2005 me tocó entrevistar al "candidato Piñera" para "El Mercurio". Y le hice la siguiente pregunta: "Platón en 'La República' dice que un gobernante no debería tener propiedad privada, porque eso lo distraería de sus actividades. ¿Se puede ser Presidente y millonario?".
Y contestó, con la rapidez que le caracteriza: "Platón pertenecía a una familia acomodada. Permítame, humildemente, discrepar de Platón, porque si para ser Presidente es necesario no tener ninguna propiedad privada, quién podría ser Presidente. Solamente los indigentes y los ascetas".
Y continuó: "Lo importante es que quien ejerza el servicio público tenga grabado a fuego y sangre en su mente y su alma lo siguiente: que prevalece el interés público por sobre el privado y el interés común por sobre el particular. Y para que esto no sea letra muerta, agrego el principio de la transparencia. Cuando todas las cosas están arriba de la mesa, no hay espacio para la tentación".
Ya en ese entonces Piñera lo tenía claro. Lo importante es la transparencia.
Pues bien. La transparencia de Piñera ha vuelto al ruedo con sus compras de acciones de una pesquera peruana. Y con sus otras inversiones en Perú. Y con sus inversiones en Colombia...
Tres son las acusaciones que se le han hecho.
La primera se cayó por su propio peso: Que Piñera estaba apostando a perder en La Haya para poder ganar dinero en la empresa peruana. Era demasiado infantil la imputación.
La segunda radica en el hecho de tener domiciliado su holding en las islas vírgenes. Una acusación discutible, ya que en general las principales empresas del mundo usan holdings en ese tipo de países para facilitar sus inversiones. Lo que queda por dilucidar en este caso es si los impuestos están declarados y pagados. Si eso es así, como ha dicho el ex Presidente, no debiera ser un problema mayor, pese a que estéticamente no se ve muy bien.
La tercera acusación es la más compleja. Se le enrostra a Piñera que, mientras gobernaba, estaba preocupado de comprar y vender acciones. Él ha dicho que esa labor la tenía delegada en un directorio, pero su conformación encabezada por su hijo, yerno y empleado de toda la vida evidentemente no es garantía de que hayan estado al otro lado del muro.
El problema radica, tal como lo advirtió Piñera en 2005, en la transparencia.
Piñera ha tenido una trayectoria impecable en materia política. Se opuso a la dictadura de Pinochet. Recuperada la democracia, encabezó la renovación de la derecha. Inventó -junto con Allamand- la "democracia de los acuerdos"; se opuso a los senadores designados y participó en los acuerdos para modificar la Constitución. Su gobierno fue, de cierta forma, lo que fue su trayectoria. Sensatez, moderación. Con aciertos y errores, pero siempre en el ámbito de la prudencia.
En los negocios, sin embargo, su reputación ha sido algo distinta. Nadie puede decir que Piñera sea un inescrupuloso, pero la prudencia no ha sido su principal activo. Aristóteles decía que "prudente" es el que sabe deliberar bien. Y, en materia de negocios, varias veces le ha costado hacerlo.
Cuando asumió la Presidencia separó ambos planos, pero de manera claramente imperfecta. Es cierto que el fideicomiso ciego fue de un estándar mucho mayor al exigido por ley, pero es cierto también que fue insuficiente. Por de pronto debió incluir en aquel las inversiones fuera del país.
Afortunadamente para Piñera, el margen en esta materia se ha corrido con la reciente elección de Estados Unidos. Trump exacerbó el conflicto de interés y llevó el problema al extremo. Pero hacer la comparación con Trump será inoficioso, entre otras cosas, porque los chilenos son muy distintos de los estadounidenses.
Pese a lo anterior, la campaña que se ha iniciado en la Nueva Mayoría en contra de Piñera por el uso de sus platas será inefectiva. Tan inefectiva como cuando el gobierno anterior intentó, por todos los medios, atacar a Bachelet por su falta de liderazgo en el 27-F. Ni los chilenos valoraban en Bachelet ese tipo de liderazgo, ni a Piñera lo valoran por la pulcritud en sus negocios. La gente espera poco de Piñera en esta materia. Sabe que siempre ha dado saltos en la cornisa, por lo que es difícil que estas acusaciones le hagan mella en un atributo que no le rebosa.
Pocos dudan de que Piñera como Presidente tuvo el interés público por sobre el interés particular. Pero es evidente que, de cara a la próxima elección, deberá no solo tener un estándar mayor, sino que tendrá que buscar una fórmula más creíble para la difícil misión de encontrar algún colchón bajo el cual meter los 2.500 millones de dólares.
Si logra despejar razonablemente el punto hacia adelante, lo ocurrido en el pasado no será más que una nota al pie de página en su hoja de vida. Nos guste o no, la gente no elegirá a Piñera por su pulcritud empresarial, lo elegirá por su moderación política y por su capacidad de gestionar. Mal que mal, la parca roja parece cada vez más deseada por los chilenos.