Varios factores hacen de "Jardín" una obra teatral destinada a captar la atención del gran público y cumplir sus expectativas. Es la primera versión escénica de un relato del narrador Pablo Simonetti, de gran arrastre, su quinta novela, que en 2014 fue superventas. Es una sensible historia autobiográfica (a ratos, en rigor, de un sentimentalismo dulzón), con el aspecto de teatro realista 'bien hecho', cosas deseables para una amplia franja de la platea. Y que, por lo demás, es una propuesta familiar: la dramaturgia es de Emilia Noguera, dirigió su padre, Héctor, y la música fue compuesta por Diego, su hermano.
Mérito de la adaptación es haber convertido esta 'nouvelle' -que en 90 páginas evoca breve y someramente unas circunstancias, intercalando las cavilaciones que ellas despiertan en su narrador- en un relato escénico de interés. Cuenta cómo la aparente unión de una familia burguesa de ancestros italianos se desmorona, cuando una inmobiliaria ofrece una tentadora suma por la enorme casona que ahora habita solo la anciana madre, acompañada por una vieja 'nana'. Es el hogar en que ella crió a sus hijos y además cultivó con sus propias manos un precioso jardín, símbolo vivo de quien es y de su paso por la existencia. Lo que el hijo menor, gay y muy unido a ella, entiende bien, no así su codicioso y homófobo hermano ni su frívola hermana.
Tal como la novela, que sugiere más de lo que supone su economía de medios, el montaje despliega -con recursos tan convencionales como esperables- las múltiples resonancias de la trama en torno a la memoria, el abandono que sufre la vejez, la muerte materna, la discriminación sexual, el deterioro familiar, la brutal invasión de la modernidad, el fin de una era, y muchas ideas y temas más. La escenografía corpórea presta solidez a la propuesta, y un reparto hábilmente elegido anima los personajes más bien lineales y sin evolución. En su desempeño destacan Cristián Campos como el hijo mayor, y sobre todo, a mucha distancia, Blanca Mallol, memorable en un rol que aquí es protagónico y logra llenar de matices; una gran actuación sin duda, y en una línea muy distinta a la otra matriarca que encarnó en "Agosto", en 2012.
Dentro de la corrección del resultado, no todo está tan bien. Desde luego, para lo determinante que debiera ser el jardín, en términos reales y simbólicos, la porción de él que se asoma por el ventanal luce harto escuálida. Bastante más desventajoso es que el texto provea solo tres escenas escritas con eficacia y fuertes dramáticamente. La primera, en la partida, abre buenas expectativas. Pero las escenas que unen a las principales, en las cuales muchos diálogos suenan poco sustanciosos o francamente banales, dan a la estructura una floja progresión. Los entrecuadros se estiran para permitir los cambios de vestuario y, para colmo, en la teatralidad abundan los clichés (se suele tomar el té en escena, como en las telenovelas) y tiempos muertos que lucen como baches o rellenos (la 'nana' viste a su patrona, pone la mesa o hace la cama). Peor aún es que hay un trabajoso cambio escenográfico a la vista, y que la última escena potente no está al final. El pesaroso desenlace del libro se resuelve en un largo anticlímax, con dos o tres frías y predecibles imágenes de remate que funcionan como reiterados epílogos.
Teatro UC.
Miércoles a sábado, a las 20:30 horas.