Ser auténtico puede ser una manera difícil de ser popular. Porque ser popular es tener muchos amigos y conocidos, entre los más jóvenes en particular, es tener mucha cosas que hacer, invitaciones. La buena noticia es que hay nichos para todos los gustos. En ese sentido es una sociedad cada vez más diversa, cada vez más abierta a la diversidad.
El problema es que quien no es popular con frecuencia lo asocia a la soledad. La soledad es la tragedia de este siglo. Llenarse de cosas que hacer, hablar todo el día por celular, tener millones de seguidores, son buenos para la identidad y la seguridad en sí mismos. No necesariamente para disminuir la soledad.
Paradójicamente, la mejor manera de no sentirse solo es aprender a estar solos. Y gozarlo. Tolerar bien la soledad y atrevernos a ser auténticos con los mejores remedios a la soledad.
Si pensamos en el pasado, las distancias, la falta de medios para comunicarse, hacía que se hiciera mucha vida familiar y se estuviera mucho tiempo solo. La vida pausada, los grupos más cerrados, producía también pertenencias fuertes. Y la pertenencia es un gran antídoto a la soledad.
¿Y hoy? La sensación de soledad es enorme.
Pertenecer a una iglesia, a un club, a un grupo formal, ayuda. El problema es que obliga a atenerse a las normas del grupo. La autenticidad personal es un aspecto de la personalidad que debe ir adaptándose al mundo social. Eso no es una renuncia, es una habilidad social necesaria.
Es preocupante escuchar que quien se adapta es un camaleón, o una persona poco confiable. Para banalizar esto podemos decir que nadie va a un funeral vestido de playero. La sociedad nos enseña formas de comportamientos que es importante cumplir, en la medida de lo posible.
No es eso lo que nos hace auténticos. Ni siquiera lo es ser bien o mal portado. Es un permiso interno para conocer y aceptar quienes somos.
La autenticidad es la condición de vencer la soledad. Que alguien me conozca entera o entero. Que exista un lugar en el mundo o varios ojalá, donde yo descanso de mis roles sociales y soy como se me antoja. Eso, y disminuir el miedo de ser quienes somos, transar lo menos posible para ser queridos, es lo que nos permite vincularnos de manera de sentirnos parte de otros y estar menos solos.