Desde hace un tiempo viene difundiéndose en internet una declaración de Sebastiao Salgado, el famoso fotógrafo brasileño, en el sentido de que lo que uno ve en Instagram no es fotografía, sino una entidad distinta, que él denomina imagen, la que prescinde del arte y de la memoria. La fotografía, según esta versión, estaría por desaparecer de aquí a unos 20 años.
Ya no sé si estas palabras son verdaderas o falsas, porque hasta donde llegan mis informaciones, Salgado ha incorporado tecnología digital a su trabajo y se le ha visto por la calle tomando fotos con su celular. En este momento, por lo demás, estoy mirando una estupenda colección de sus fotografías. ¿Dónde? En Instagram.
Me parece que las afirmaciones apocalípticas siempre tienen éxito en un tipo de público ávido de adrenalina mortuoria. Las hemos escuchado desde hace muchos años y justifican el título que Carla Cordua le puso a uno de sus ensayos: "Cantándole el responso a tanta cosa". El
never more de los certificados intelectuales de defunción en la realidad nunca encaja del todo. A Dios se lo mató en el siglo XIX y aún las campanas de las iglesias siguen llamando a misa todas las mañanas y todas las tardes. A la historia se le dio la extremaunción hará un cuarto de siglo y seguimos pensando históricamente y los historiadores renuevan sus temas y sus puntos de vista, y no paran de publicar libros. Y no creo que tengan la sensación de ser sepultureros de algo.
Difuntos son el individuo y también la colectividad. La pintura, de paso, también murió hace años, de muerte natural o por acción de terceros, lo que sea. Pero me ha tocado ver crecer en ciertos adolescentes el interés -y diría el amor- por la pintura, como si estuviera viva, como si todavía produjera sentido.
Podemos estar seguros de muy pocas cosas en nuestra existencia. Una al menos es invariable: aquello que los intelectuales dan por muerto, eso precisamente vive.
Yo reviso Instagram casi a diario y no podría definir sino como fotografía lo que hay ahí adentro. Miles, cientos de miles, millones de fotos. Que estas fotos informen de los ápices de la intimidad ajena no les quita nada de la "condición fotográfica". Fijación de la luz de un instante, el momento único de la causa eficiente, la detención casi imposible del tiempo. Y créanme: esas fotos de un presente avasallador no se demorarán nada en convertirse en memoria.
Si lo que supuestamente dijo Salgado lo dijo realmente, que se necesita cierta objetualidad -o soporte- para que una imagen sea fotografía, bueno, no sé, yo a Cartier-Bresson lo conocí a través de las revistas francesas que estaban arrumbadas en el desván de mi casa, y esas revistas desaparecieron y la casa fue demolida, y muchos de los que me rodeaban entonces están muertos de verdad. Todo es polvo indistinguible: las revistas, la casa y sus habitantes. Yo recuerdo cada una de esas fotos de una manera virtual: sin soporte.