En este libro, Nona Fernández continúa un proyecto de escritura que ya puede ser leído como una trilogía, cuyas primeras entregas fueron
Space Invaders (2013) y
Chilean Electric (2015), ambas editadas por Alquimia (la segunda ganó el premio a mejor novela, del Consejo del Arte y la Cultura). Las tres obras apelan a similares procedimientos de construcción narrativa: la imbricación de biografía e historia, la incorporación a la trama de elementos propios de la cultura masiva (el juego Space Invaders, la serie televisiva
La dimensión desconocida), la profunda apelación a la memoria y al olvido colectivos, el desarrollo argumental sobre la base de recuerdos inventados, reelaborados, reencontrados. En esta última novela, la protagonista describe el propósito de su escritura: "Fijar para que el mensaje no se borre, para que lo que aún no entendemos alguien en el futuro lo descifre. Fijar para anclar a tierra, para dar peso y gravedad, para que nada salga disparado al espacio y se pierda". Por su trabajo como guionista de series como
Los archivos del cardenal y en documentales sobre la dictadura, por circunstancias biográficas y sobre todo, se diría, por su manera de entender la literatura y el trabajo de la escritura, Nona Fernández está elaborando, como pocos autores antes de ella, la narrativa de la dictadura.
En
La dimensión desconocida, el relato gira en torno a Andrés Valenzuela Morales, el soldado de la FACh que perteneció a los servicios de inteligencia institucionales y al Comando Conjunto, organismo que puso su foco en el Partido Comunista, tuvo centros de detención propios y es responsable por el asesinato y la posterior desaparición de un significativo número de dirigentes políticos. Con delicadeza, pero también sin concesiones, Fernández reconstruye la historia de un hombre que podría haber dicho, como un japonés que asesinó a su familia por temor a la llegada de los invasores blancos, "no es tan difícil transformarnos en lo que más tememos". Es ese enfoque lo que le otorga otra densidad al relato. Hay una perturbadora lista de preguntas, que se abre así: "¿Cuántos rostros puede contener un ser humano?". Esa interrogación sobre el estatuto del hombre y la apelación directa a Valenzuela, protagonista y personaje, perseguido por sus sueños y por los de la autora, logran que la pesquisa de las atrocidades cometidas por el Comando Conjunto supere largamente el indudable valor testimonial y hasta la imprescindible apelación a la memoria, para convertirse en la formulación de una pregunta tan vigente como inquietante.