Las correrías de los rostros ancla de los principales noticieros de la TV chilena en Estados Unidos, con el fin de cubrir las recientes elecciones, son una gran muestra no solo de la reverencia con que el medio local entiende el evento. También fueron, a la postre, una manifestación de cuán desconectado está el periodismo político de lo que sucede en la realidad.
TVN, Mega y Canal 13 destacaron equipos por varios días en EE.UU. En todos había un sesgo común: quienes eran rostros ancla de los noticieros centrales de cada señal fueron comandados a cubrir el lado que todos preveían ganador, el de la candidata demócrata Hillary Clinton.
La noche del martes, Mónica Pérez despachaba en directo desde la Décima Avenida, en la afueras de Jalvis Center donde se ubicaba el centro de celebración y comando de Clinton. Adentro, guarecida del frío y haciendo gala de un triunfo de producción periodística, Constanza Santa María contextualizaba la evolución del conteo de votos junto al analista internacional Álvaro Vargas Llosa.
La mayoría de los canales tuvo que conformarse con el sentir ciudadano, con la voz del peatón urbano y con el preguntar una y otra vez a los transeúntes "¿Habla español?" desde las afueras de los comandos o desde el manoseado Times Square. Aunque en los estudios de Chile hubo un notorio esfuerzo por renovar a los expertos de los paneles o hacer que tuvieran el peso un José Miguel Insulza (TVN) o el tono disruptivo de un Sergio Melnick (13), ninguno fue capaz de prever lo que, en rigor, nadie previó.
Y no es de extrañar.
El periodismo televisivo local reverencia al que nace en la llamada cuna de la libertad de expresión, Estados Unidos. Muchos de quienes estaban cubriendo las elecciones habían sido formados académicamente allá. Por tanto, el know how que se utilizaba en esta cobertura era el mismo que se ha aplicado -y enseñado- en el mundo periodístico de EE.UU.
Cubrir una elección nacional desde Times Square podría ser el equivalente a cubrir una elección chilena desde la Plaza Italia o, como de hecho suele suceder acá, desde el histórico y principal centro de votación local: el Estadio Nacional.
A lo largo de la madrugada del miércoles, los televidentes escuchamos hablar de Michigan, de Ohio, de Virginia y no sabíamos qué Estados Unidos era el que se escondía ahí. Aunque por décadas hemos visto paisajes de Times Square, también por décadas hemos sido bombardeados con filmes y series de TV de cada rincón de ese país.
El triunfo de Trump se entiende mejor si una breve nota de contexto muestra el fresco social que protagonizó Clint Eastwood en "Gran Torino", filmado íntegro en Michigan. Lo mismo que saber que las sagas de horror "Pesadilla" y "Scream" tuvieron en Ohio su ambientación. Por último, entregar datos de cuantas minas de carbón se cerraron, cuantas armadurías de autos se clausuraron en cada uno de los estados clave habría sido orientador.
Pero no, allá y acá, los periodistas analizaban las tendencias de voto partidarias y encuestaban en la calle de una gran ciudad.
A estas alturas, decir que todas las predicciones fallaron es un lugar común. Insistir en que las encuestadoras, que los analistas y que los periodistas son todos parte de un establishment que el triunfo de Trump vino a cuestionar, no pasa de ser un acto de contrición.