En el ciclo "Grandes Pianistas" del Teatro Municipal, el jueves se presentó el español Iván Martín, con un programa que incluyó Beethoven, Chopin y Debussy. El magnífico recital superó todas las expectativas.
De Beethoven, se oyeron dos sonatas: la opus 2 Nº 1 y la opus 10 Nº 1. A pesar de ser obras tempranas, son clara muestra de un estilo personalísimo, donde las influencias de Mozart se diluyen frente al voluntarismo de las ideas y los "exabruptos" que deben haber causado sorpresas para el gusto de la época. Beethoven, antes que melodista, revela sus capacidades constructivas y basa su discurso, sobre todo en los movimientos extremos de las dos sonatas, en el tratamiento exhaustivo de elementos simples presentados desde múltiples perspectivas. Así, por ejemplo, resulta paradigmático el trabajo que realiza con un simple arpegio ascendente y descendente en la sonata opus 2 Nº 1. A partir de motivos aparentemente inocuos (como las cuatro notas iniciales de la 5ª Sinfonía), se construye una catedral. La vena lírica, como maravilloso contraste, aparece en los movimientos lentos y, justamente, un punto muy alto del concierto, fue la extraordinaria interpretación de Martín para el Adagio de la sonata opus 10 Nº 1.
Un intérprete es un cocreador y uno de sus mayores logros es desplegar su lectura con tal conocimiento y convicción, que pareciera que es el autor de la obra y que esta suena como si fuera la primera vez que se oyera. Martín posee una notable capacidad analítica y cada nota parece tamizada por un proceso exhaustivo de pensamiento previo a la realización sonora. Sin embargo, su interpretación no revela las "costuras"; todo parece fluir naturalmente, en perfecta conjunción de intelecto y expresividad. Esas cualidades estuvieron presentes en todas las obras que completaron el programa: el Nocturno en Do Menor, opus póstumo, y la Barcarola opus 60, de Chopin, más una selección de seis Preludios del Libro I, y "L'isle joyeuse", de Debussy.
En las obras de Chopin y Debussy, Martín exhibió un profundo refinamiento tímbrico, muy apto para el intimismo nocturnal de Chopin, y en las fórmulas de encantamiento sonoro de Debussy, memorables fueron las transparentes cadenas de terceras descendentes y los arpegios brumosos en "Voiles", el capricho y sarcasmo de "Minstrels" y la apabullante pirotecnia de "L'isle joyeuse".
Para un público que no demostraba ninguna intención de querer levantarse de sus asientos, Martín interpretó, fuera de programa, el brillante Allegro de Concierto , opus 46, de Enrique Granados, culminando así su excelente recital.