Lady Gaga - "Joanne"
Como si fuera un arbusto frondoso que comenzó a perder brillo por su excesivo volumen, de a poco Lady Gaga comenzó a podar sus hojas. Luego de colaborar con Tony Bennett en su disco de duetos, para después continuar la alianza en un álbum completo a dos voces, la artista neoyorquina guardó las pelucas o esos vestidos de cualquier textura posible. Lo que importa, se supone, estaba en su interior. Por eso, y tras incursionar en el jazz, de la mano del crooner , Stefani Germanotta puso sus esfuerzos en resaltar su calidad vocal. Porque en las cuerdas vocales tiene un animal salvaje al que aún no domestica por completo, pero la guía de su último padrino musical la ayudó a mejorar considerablemente. Allí se explica parte del camino recorrido hasta "Joanne", su más reciente trabajo discográfico. Una autobiografía en clave pop, con retazos de la canción popular estadounidense.
Porque la mujer de "Bad Romance" bautizó al disco como su tía fallecida -a la que le debe su tercer nombre- y al tema homónimo lo vistió de un country profundo y emotivo, con la guitarra sonando desde un silencioso amanecer; así como el folk desértico de "Sinner's Prayer", en colaboración con Josh Tillman, de Father John Misty, o la conmovedora interpretación de "Million Reasons" -otro de los aspectos en los que Lady Gaga ha dado un salto de calidad-, una canción sobre tomar decisiones y dejarlo todo.
Pero su esencia continúa estando en su raíz bailable y electrónica, con Mark Ronson en la producción, Kevin Parker, de Tame Impala, dibujando un pop sintético ochentero en "Perfect Illusion" y Germanotta poniéndole dembow y roce a la discoteca en "Dancin' in Circles". Siguiendo con los invitados, Josh Homme -el ideólogo de Queens of the Stone Age y productor de Arctic Monkeys e Iggy Pop- trasplanta el descaro del stoner rock al ritmo de elevada temperatura de "John Wayne", tal como la base de batería y distorsión sintética de "Diamond Heart". Eso sí, salvo por la intervención de Florence Welch en "Hey Girl", el resto del álbum queda solo a la anécdota, como el mismo germen que afecta a otras de sus compañeras del género, donde después de los hits no hay mucho para decir.
Leonard Cohen - "You Want It Darker"
Poco antes de lanzar "You Want It Darker" (2016), su más reciente trabajo discográfico, Leonard Cohen expuso su rostro más frágil en una entrevista con The New Yorker. "Estoy listo para morir", confesó el poeta y novelista, después de que a sus 82 años -y 49 de carrera artística- viera cómo se apagó la vida de su musa y pieza fundamental de su obra, la noruega Marianne Ihlen. "Llegamos a este punto en el que somos tan viejos que nuestros cuerpos se desmoronan, y creo que yo te voy a seguir muy pronto", fue parte de una carta que el músico le envió a su inspiración, dos días antes de morir. Porque la muerte comienza a hacerse recurrente en sus pasos, y el hombre de "Hallelujah" debe convivir con ello.
Por ese motivo, su décimo cuarto álbum se aleja de los tormentos que alguna vez invadieron su cabeza. "You Want It Darker" suena calmo, resignado y retrospectivo, con la voz de narrador de ultratumba de Cohen describiendo su encuentro próximo con el Creador y asegurando estar dispuesto para el final. Así como David Bowie, en "Blackstar", la última placa del artista está llena de señales sobre el descanso eterno: conversaciones con un ser superior en "Treaty", coros celestiales nacidos desde lo profundo y aterrador de la iglesia en "It Seemed the Better Way" y referencias religiosas de ángeles y demonios en "On the Level".
Aunque si este llegase a tratarse de su adiós, el octogenario músico se despide desde la melancolía del blues y la balada soul , con coros femeninos nacidos del góspel y cerrando etapas de juventud, donde dejó mujeres de una noche y amigos de juerga. Pero el poeta sabe que habrá arrepentimientos que no alcanzará a solucionar o palabras que nunca dirá, y ante eso concluye el disco con un emotivo coro de bronces y una última frase que dice: "me hubiese gustado que existiera un trato, ojalá hubiera un trato entre tu amor y el mío". "Estoy tan cerca detrás tuyo que si estiras la mano, creo que puedes alcanzar la mía", fue el final de la misiva escrita a Ihlen. Ese debe ser el pacto que Leonard Cohen siempre estuvo esperando.