Sobre todas las cosas, el punto. Después, por haber terminado sin goles en contra jugando de visita por eliminatorias (el registro anterior se remite a junio de 2012, contra Venezuela). Y al final, la convicción de que a esta altura, y con las urgencias de esta clasificatoria, da lo mismo resignar un triunfo bastante poco probable si el premio es asegurar un empate que, sin ser una gesta heroica, vaya que ayuda a componer el estado de ánimo. Quien extrañe el atrevimiento de Bielsa o el arrojo de Sampaoli tiene que acostumbrarse a que hoy un punto fuera tiene mucho más valor que en las versiones anteriores, y que incluso las reminiscencias de Acosta no deben avergonzar.
Convengamos que la selección jugó en Barranquilla un partido correcto dentro de sus pretensiones y también de sus actuales posibilidades. Está más que claro que si ofensivamente Chile está pasando un preocupante período de sequía, lo que se debe garantizar es la estructura defensiva, en la que tampoco últimamente se brilla. Ante Colombia, lo más auspicioso fue la labor de un bloque posterior que fue superado en tres balones aéreos, pero que en coberturas y coordinación funcionó por sobre el nivel de los anteriores partidos. Será interesante ver qué decide el administrador técnico frente a Uruguay en esa zona, porque justo cuando esta alcanza su punto más alto en mucho tiempo, ciertamente se podría ver modificada con el retorno de Gary Medel... salvo que Pizzi decida que el volante del Inter reemplace al suspendido Aránguiz.
El tema de fondo es que este empate, valioso y trabajado -como nunca este término cabe en su íntegra dimensión-, servirá de muy poco si con los uruguayos la selección no logra quebrar su evidente precariedad ofensiva. Aunque muchos consideran que dos puntos en esta pasada es una buena cosecha, más que por lo ganado, por lo que se les hará perder a los rivales, Chile no va a clasificar al Mundial si mantiene esta negativa tendencia. El extraordinario despliegue físico que mostró Vargas en Barranquilla es insuficiente si no concreta, si no hace daño. Es cierto que teóricamente en Santiago debiera estar más y mejor alimentado, pero claramente no va a contar con los espacios que le dieron en Colombia y tampoco la poca rudeza con que lo trataron, por lo que nadie puede garantizar un rendimiento superior.
El entusiasmo que deriva de este empate es razonable, pero es funcional a un partido donde se era visitante y no había una "obligación" de ganar. Se mejoró en varias facetas que estaban con saldo negativo, sobre todo en las correspondientes al arco propio. Pero sigue instalada la incógnita de si Pizzi cuenta con las herramientas para dar ese golpe de efecto que haga ascender futbolísticamente a Chile y posicionarlo sólidamente en la tabla. Porque, seamos honestos, lo de ayer fue un buen resultado, pero nada como para soñar más allá de una noche.