Para nadie será fácil rectificar el legado de expectativas tronchadas, políticas equivocadas y alto déficit fiscal que dejará la presente administración.
Habló el electorado, fuerte y claro. El resultado tomó por sorpresa a los dirigentes del bloque oficialista, como evidenciaron sus contritos rostros la tarde del pasado 23 de octubre y su posterior ofuscamiento. Pero así trabaja la democracia: un gobierno que ha frenado la economía y -según las encuestas- cuenta con el rechazo del 70% de la población es difícil que triunfe en las urnas. Pese a que su coalición mantuvo una votación ligeramente superior a la de la oposición en concejales, resultó derrotada en alcaldes y -lo más significativo- perdió muchas de las comunas más populosas y representativas de la clase media emergente.
Aunque la elección presidencial está aún lejos, y sin dudas será muy disputada, el veredicto casi unánime de los analistas es que el gran ganador de la jornada fue el ex Presidente Sebastián Piñera, el más probable abanderado de la centroderecha. Sin embargo, desde el oficialismo, hay quienes quieren hacernos creer que fue la abstención la verdadera vencedora. Eso significa desconocer que con voto voluntario cada candidato debe lidiar no solo contra sus contrincantes, sino también contra la desmotivación de los suyos. Para un bacheletista decepcionado resulta más fácil ejercer su legítimo derecho a quedarse en la casa que pasarse a la oposición. La alta abstención, además de obedecer a inéditas restricciones al financiamiento de las campañas, es probable que en buena medida provenga del desencanto de los votantes de centroizquierda. La importancia que, con voto voluntario, cobra el motivar al elector tibio o indiferente, es algo que también ha de ser comprendido por la centroderecha: solo si articula una visión propia, capaz de cautivar a esos desencantados provenientes, por ejemplo, de las clases medias emergentes, podrá acarrear a las urnas votos suficientes.
¿A dónde ha de ofrecer llevarnos Chile Vamos? En mi opinión, su propuesta debe apuntar a recuperar el derecho de las personas a elegir materia de educación, trabajo, consumo, emprendimiento. Su "relato" -como suele llamarse- ha de ser "usted elige", en lugar de que otros -funcionarios, políticos, sindicalistas, monopolistas- "lo hagan por usted". Naturalmente, ello requiere de un gobierno atento y competente, dedicado -subsidiariamente- a promover las oportunidades y proteger contra la violencia, los abusos, la pobreza y otros infortunios. Para configurar ese estado impulsor y protector, por supuesto que hay unas cuantas reformas que hacer, pero ninguna de ellas supone hacer "tabla rasa" como pretendió la Nueva Mayoría. Aunque malhumorados manifestantes copen las calles de cuando en cuando, el diálogo y la moderación han de ser el camino.
Para nadie será fácil rectificar el legado de expectativas tronchadas, políticas equivocadas y alto déficit fiscal que dejará la presente administración. Pero, así como en el pasado Chile supo levantarse para volver a correr, si recibe un adecuado impulso competitivo, estoy convencido de que también esta vez podrá retomar la senda del desarrollo.