Es característico en nuestros días que las fronteras entre lo docto y lo popular se han ido diluyendo, y los maniqueísmos se hacen cada vez más insostenibles. El Nobel a Bob Dylan es muestra de apertura y de aceptación de un hecho indiscutible: los acercamientos y fusiones son bienvenidos y, en definitiva, en el Arte solo existe lo bueno y lo malo.
Arte del bueno exhibió el afamado Cuarteto Latinoamericano, integrado por los violinistas Saúl Bitrán y Arón Bitrán, el violista Javier Montiel y el chelista Álvaro Bitrán. El sábado, en el Teatro Nescafé de las Artes, ofrecieron un muy atractivo (y entretenido) programa titulado "Miniaturas de América", diez obras breves de compositores de Venezuela (Gonzalo Castellanos), México (Javier Álvarez y Manuel Ponce), Costa Rica (Alejandro Cardona), Chile (Carlos Zamora), EE.UU. (George Gershwin), Uruguay (Miguel del Águila), Argentina (Carlos Gardel y Astor Piazzolla) y Brasil (Francisco Mignone).
Aires callejeros, música de bares, fárrago urbano, ritmos folclóricos, canciones sentimentales y música de salón, y también propuestas "doctas", impregnaron estas piezas. Aunque en el programa no hubo minuto desperdiciado, destacaron el desparpajo de las composiciones de Álvarez, Cardona y Del Águila; la finura sonora de "Lullaby", de Gershwin; los arreglos de Enrique López para dos imperecederos (y bellísimos) tangos de Gardel, y un arreglo de Álvaro Bitrán para la popular canción "Estrellita", de Ponce, que dada la textura y armonías "schoenbergianas", se convirtió en una "Estrellita transfigurada". Además, en varias obras, se desplegaron atractivos recursos tímbricos que constituyeron un "catálogo" de efectos especiales. Las explicaciones de Arón Bitrán, introduciendo autores y obras, fueron un eficaz aporte.
Mención especial merece el "Cuarteto inglés", del chileno Carlos Zamora, obra dedicada al conjunto y que constituyó un estreno mundial. El lenguaje de Zamora se ha hecho cada vez más maduro y sólido y la obra hace un sabio uso de elementos melódicos y armónicos que hacen reconocibles los rasgos "célticos".
Dado lo atractivo del programa y el desempeño de estos cuatro magníficos músicos, el concierto merecía una sala repleta. Aunque no fue así, el público presente apreció claramente el nivel de las interpretaciones y su entusiasmo logró dos encores : un movimiento de cuarteto de Heitor Villa-Lobos y el emblemático "Libertango", de Piazzolla.
El Cuarteto Latinoamericano demostró su estupenda calidad técnica y musical en un programa integrado por piezas que fueron mucho más que miniaturas.