Datos de la causa: la tarde del 18 de octubre de 2015 Humberto Suazo fue sustituido y abandonó la cancha del Monumental enojadísimo. En el trayecto a la banca, el delantero insultó al entrenador José Luis Sierra y al ayudante Pedro Reyes: los trató de "huevones" y "cagones", aun cuando este segundo término no se dio por establecido con la prueba rendida en la carta aviso de despido. Segundos después, ya sentado, Suazo contestó a la mirada reprochadora de Reyes con un provocador "¿Qué mirái huevón?". Un par de días después, cuando fue invitado por un funcionario de Colo Colo para que se reuniera con el cuerpo técnico a limar asperezas, Suazo puso la rúbrica: "No quiero conversar con huevones", espetó.
La secuencia de incidentes representó la salida del jugador del club, otro motivo de distanciamiento entre Sierra y el plantel (el DT incluso atestiguó a favor del club durante el juicio), una demanda millonaria por despido injustificado y un litigio laboral que culminó este martes con el fallo de la Corte Suprema que estableció que Suazo debe recibir del club 370 millones de pesos por concepto de lucro cesante, es decir, lo que dejó de percibir hasta el vencimiento de su contrato (diciembre de este año).
La justicia, no obstante lo que establece el dictamen en cuanto al pago de dinero, no se pronunció en el fondo de lo que puede ser lo más discutible, tratándose de una relación entre un jugador y un club: si Suazo estuvo bien o mal echado de Colo Colo. Porque lo que establece el fallo es que el club nunca le hizo llegar a Suazo el reglamento interno, en el que se estipulan los incumplimientos a las obligaciones del contrato, y porque, además, tratar de "huevones" o "cagones" a los entrenadores, según los jueces, "no son expresiones que afecten la imagen del club (...) teniendo en cuenta que es un hecho aislado que afecta la vida profesional de un jugador de fútbol de largo desempeño" en el medio chileno y extranjero.
El caso Suazo abre una interrogante sobre si es admisible la continuidad de un jugador que insultó a su jefe directo (el técnico) y se negó posteriormente a reparar el hecho agravándolo aún más al reiterar el improperio. Si bien cada situación tiene su propio mérito, es interesante reparar en la eventual fragilidad de los clubes-empleadores cuando un futbolista comete un desacato con la autoridad respecto a la relación que tienen otros trabajadores de otros rubros.
Es el fútbol un medio completamente único, que al pretender homologarlo a un ámbito convencional puede llegar a perjudicar a quienes creen que pueden salir beneficiados. Y para mayor abundamiento, quien quiera leer el fallo del caso Suazo (está disponible en los sitios pertinentes de internet) podrá concluir que, a la luz de los antecedentes de las partes, Colo Colo hizo una muy débil defensa probatoria y argumental de sus intereses, y que, ponderando el episodio en sus hechos esenciales, es altamente probable que el huevoneo de Suazo a los técnicos haya sido utilizado como una excusa para desprenderse de un futbolista caro, que no estaba ni cerca de rendir lo esperado y que generaba tal ruido interno al cuerpo técnico que ya lo tenía considerado más como un lastre que como una solución.