Universidad de Chile ha caído en su propia trampa al creer que la celebrada llegada de la dupla Castañeda-Musrri devengaría en un cambio de rumbo inmediato. La propia lectura de los técnicos entrantes parece haber sido de una sorprendente superficialidad (o exacerbado entusiasmo) en cuanto al potencial del plantel y la capacidad de corrección a corto plazo, en el entendido que una oferta de tal envergadura para dos entrenadores con un exitoso pasado azul, que se debatían entre la cesantía y la conducción de un club de la Primera B, era prácticamente irresistible.
Hay que admitir que hasta la fecha Víctor Hugo Castañeda le ha hecho más bien a la prensa que al equipo. Sus intervenciones han estado acompañadas de un sentido de la urgencia que se extrañaba, tratándose de la U y de una autocrítica que jamás se le escuchó a Beccacece. Por fin a los jugadores alguien con autoridad en el camarín les ha transferido algo de la responsabilidad que les cabe en esta nefasta temporada, porque VH no ha perdido la honestidad que mostró cuando era futbolista, virtud que su antecesor no tiene ni desde ultratumba. El problema es que, como bien sabe Castañeda, con la boca no se hacen los goles, y cuando se habla mayoritariamente para explicar derrotas, el discurso termina por volverse en contra o por lo menos a teñirse de una riesgosa conformidad.
Beccacece constituyó un plantel que nunca logró articular como equipo, pero su legado fue aún más negativo en el aspecto motivacional. El equipo quedó gravemente herido en la confianza de sus medios y muchos de sus componentes experimentan un doloroso distanciamiento de una hinchada a la que le cuesta ser demandante, pero que cuando se cansa es agresiva. Después de este reingreso a las grandes ligas, los nuevos estrategas tendrán que convenir que la falla es estructural y que, si bien la U no tiene un contingente corto, en varias funciones del juego es deficitario, independiente de la cantidad de intérpretes.
Entonces, si Castañeda realmente quiere desarrollar un trabajo auténtico, en el que no tenga que vivir de excusas ante el fracaso, ya se quedó sin espacio para seguir dimensionando la gravedad del daño después de perder con la UC por Copa Chile. Y para la definitiva revancha de la próxima semana debe apurar determinaciones con las que por lo menos pueda escribir en sus memorias que murió con un plan propio y no con un modelo ajeno.
Porque a contar del pasado miércoles comenzó la cuenta regresiva para la dupla técnica, un proceso en el que el crédito se venció y se renueva partido a partido.