El espesor poético como texto de "Lamedero", un caudaloso aluvión oral de índole elusiva que puede caber dentro de la llamada 'nueva dramaturgia', hace que el resultado despierte interés intrigado. Otro plus es que está expuesto con sólido oficio por sus bien dotados intérpretes, Roxana Naranjo y Guilherme Sepúlveda. Se apoya, además, en un sugestivo diseño de iluminación que crea diversas zonas atmosféricas que emergen de la penumbra.
Pero hasta ahí llegan sus virtudes. A poco andar la desbordada locuacidad de los dos 'personajes' (más bien hablantes) -un hombre y una mujer parados en lo alto de una rampa que simula ser una montaña- se revela incapaz de atrapar las facultades perceptivas del espectador. Es de esos textos que no se preocupan para nada de trazar una ficción inteligible, entregando a su público mínimas pistas o indicios que orienten su experiencia. Tras 70 minutos, termina sin generar una situación o atmósfera, ni definir sus personajes e interrelación, ni siquiera articular algún tipo de tensión escénica. Así, mientras lo que se escucha suena en principio bien, uno se pregunta una y otra vez qué es lo que está viendo, y para qué; o sea, cuál es su sentido.
Mucho más se esperaba del segundo trabajo del director Guillermo Ugalde y su dramaturgo Roberto Contador, dupla que en su asombroso debut en 2013, "Clavo crudo a dos centavos", se mostró proclive a una estética de 'shock' en grado extremo. Entonces no dudamos en designar esa obra como una de las más escabrosas, amorales y, sin embargo, atractivas, que se hayan visto por estos lados.
Hay algo, sin embargo, más serio: se anuncia como una adaptación inspirada libremente en "El licenciado Vidriera", una de las doce "Novelas ejemplares" escritas por Miguel de Cervantes, y publicadas en 1613. Y salvo por tocar el tópico del delirio alucinatorio, que se podría ligar con infinidad de fuentes, no se parece en nada al que dice ser su punto de partida. Contiene, en cambio, referencias arbitrarias a figuras y aspectos ajenos, por ejemplo a Marcel Duchamp o la ópera; y una fijación por las actividades obscenas, los fluidos corporales y lo repulsivo.
Se podría sospechar de oportunismo, ya que estamos conmemorando los 400 años de la muerte de Cervantes. Peor es que la escritura emanó del proyecto Teatros Ejemplares promovido por el Centro Cultural de España sede Buenos Aires, el cual para homenajear esa efeméride convocó a 19 dramaturgos hispanoamericanos a adaptar para la escena las "Novelas ejemplares". Contador fue el único chileno que integró el grupo, y su texto el único que se desentendió del objetivo de la honrosa invitación y de su materia prima (hay otras dos versiones teatrales de "El licenciado Vidriera" por una autora española y otra uruguaya); tanto como de Cervantes, su universo y hasta de su lengua (la palabra 'lamedero' no existe en castellano). En el proceso quizás perdió el rumbo, y el ímpetu por hacer rupturismo, ser 'contemporáneo' a ultranza, lo llevó a dar un rodeo tan remoto a su fuente que su trabajo resultó por completo impreciso e inespecífico.
GAM. Miércoles a sábado a las 21:00 horas,
hasta el 29 de octubre.