Desde la Nueva Mayoría nos invitan a renunciar a los avances de los últimos treinta años -de los cuales ellos fueron actores fundamentales- y en su lugar se propone una refundación del sistema, sin mucha claridad sobre el nuevo destino. Por el contrario, diversos grupos de la derecha nos invitan a defender con uñas y dientes la estabilidad de la transición, argumentando que el descontento y las movilizaciones sociales son una situación transitoria, un espejismo en un camino lineal e inevitable hacia el desarrollo.
Para Evópoli ambos diagnósticos son errados. El progreso social y económico de los últimos treinta años ha sido sustantivo, y por lo mismo debemos extremar las medidas para retomar la senda del crecimiento económico.
Pero es igualmente cierto que hemos sido incapaces de construir una sociedad justa. Una sociedad donde todos sus hijos, independiente de su condición de origen, puedan disponer de los medios necesarios para desplegar sus capacidades. Y seamos claros, en esto estamos fracasando.
Muchos creen que la libertad se debe defender desde la trinchera, nosotros creemos que se construye y consolida cuando generamos las condiciones para ampliarla, para hacerla una realidad de muchos, no un privilegio de pocos. La libertad, cuando se despliega, se defiende sola.
El fracaso se genera fundamentalmente en el sistema político. El Estado funciona como botín de campaña para los partidos políticos. Alicia del Basto, presidenta de los funcionarios del Sename, ha dicho reiteradamente que es imposible que el Sename pueda defender los derechos de los niños estando lleno de operadores políticos. Lo mismo ocurre en la gran mayoría de los servicios públicos.
¿Cómo explicar esta falla estructural en el Estado? La élite política no necesita del Estado. Puede prescindir de él accediendo a colegios, clínicas y seguridad privada. En esto coincidimos con Atria. La mercantilización de bienes públicos ha permitido que los partidos políticos se desentiendan de la injusticia que genera la mediocridad del Estado. El problema es que Atria culpa al mercado por fallas del Estado. Por lo mismo propone algo tan absurdo como nivelar hacia abajo, prohibiendo los colegios privados (el sillón de Don Otto).
En Evópoli proponemos justamente lo contrario. Creemos que un Estado meritocrático, como el de Nueva Zelandia, es un derecho ciudadano. Basta con quitarle el Estado a los operadores políticos y devolvérselo a los ciudadanos.
Desgraciadamente existe otra falla estructural en el sistema político: la injusticia territorial. Los bienes públicos -áreas verdes, seguridad, consultorios, escuelas- a los cuales acceden los ciudadanos están determinados por una absurda desigualdad en los ingresos municipales. Las Condes, o Vitacura, dispone de un presupuesto cinco veces superior al de comunas como Alto Hospicio, o Lo Prado (450 mil pesos vs. 85 mil pesos por habitante). Es imposible generar equidad territorial si los recursos públicos municipales aumentan las brechas en el acceso a bienes públicos.
La visualización de este contraste se observa con claridad en los guetos de pobreza. Familias viven encerradas en sus propias casas por temor. Son las que más requieren de bienes públicos, pero esos municipios son los que disponen de menor cantidad de recursos. En Evópoli entendemos que la labor municipal está en el centro de la lucha para construir una sociedad más justa, y por lo mismo 550 candidatos a concejales de Evópoli (lista J) desde Arica a Punta Arenas buscan aportar su grano de arena llevando esta visión a todos los municipios del país.
Felipe Kast
Diputado por Santiago (Evópoli)