El director sueco Mika Eichenholz, desde su permanente vinculación con nuestro país (es director titular de la Orquesta Sinfónica de Concepción), ha realizado un innegable aporte ampliamente valorado por el público y los músicos que trabajan bajo su dirección. El viernes, en el Teatro Municipal de Ñuñoa, ofreció un concierto con la Orquesta de Cámara de Chile y, una vez más, se pudo apreciar su sólido profesionalismo y gran carisma. En el programa figuraron una obra de su compatriota Joseph Martin Kraus, el Concierto para piano Nº 20 de Mozart y la Sinfonía Nº 2 de Schubert.
La obertura a la pieza teatral "Olympia" hace echar de menos una mayor presencia de Kraus en nuestras salas. Oriundo de Suecia y avecindado en Alemania, nacido el mismo año que Mozart (1756) y fallecido un año después (1792), Kraus manifiesta una gran independencia de estilo. Con rasgos característicos del estilo Sturm und Drang , la obra posee el esquema lento-rápido-lento, donde los compases iniciales son premonitorios de un Allegro tormentoso que demuestran la originalidad y calidad del compositor. La obra oída, ejecutada con depurado y estilístico sonido, sirvió de excelente preparación para la atmósfera turbulenta del primer movimiento del Concierto de Mozart.
El Concierto Nº 20, en tonalidad menor, es de esas obras que nos revelan el subconsciente mozartiano, pleno de "brillante oscuridad". Las inquietantes síncopas iniciales preparan la aparición de la diva, que en este caso no es la Reina de la Noche, sino un bello e inocente tema a cargo del solista, que en esta ocasión fue el pianista chileno Cristián Leal.
Leal sorprendió desde el inicio con la calidad de su sonido, y esa condición prevaleció hasta la última nota del concierto. Técnica impecable y expresivo fraseo se pusieron al servicio de uno de los conciertos para piano más hermosos y perfectos. Su actitud permanente fue de contención clásica, notablemente apreciable en las cadenzas y en el tempo y carácter conferido al sublime Romanze , sin arbitrariedades ni aspavientos; una versión camarística que no es de extrañar en un pianista que ha obtenido en Europa importantes distinciones en el ámbito de la música de cámara. Su excelente cometido fue premiado con merecidas ovaciones.
A pesar de la muy buena calidad de la orquesta y de la sólida dirección de Eichenholz, la versión de esa joya que es la Segunda Sinfonía de Schubert se vio perjudicada por el excesivo protagonismo de los vientos. Fue una lucha entre la excelente cuerda y los "molinos de viento", en que la cuerda amagada pareció perder la batalla.