El manual sobre sexualidad que tanto oleaje ha provocado entre los adultos debe haber dado lugar, sin duda, a más de una sonrisa socarrona entre los destinatarios del mismo, los alumnos de las escuelas. Parece que a quienes se les ocurrió esta iniciativa y sus redactores vivieran en otra época, mínimo mediados de los 60, cuando yo me encontraba en el colegio y llega la primera marejada de la moda de educación sexual a mi liceo de provincia. En las últimas décadas, sobre todo, la situación ha cambiado un poquito y a nadie con un pie en la realidad le cabe alguna duda de que los escolares de hoy son los mejor informados en materia de sexualidad de la historia. La transformación cuántica, como en muchas otras áreas, se produce gracias a la internet, a la cual en Chile los alumnos, de cualquier condición económica, tienen un amplio acceso en la actualidad. En Google o en cualquier otro buscador de la red se hallan respuestas detalladas y gráficas a todas y cada una de las interrogantes que propone ese inútil y extemporáneo manual. Más todavía, la pornografía gratuita -que tiene una innegable dimensión informativa- representa cerca de un tercio del tráfico de la red y a ella recurren los colegiales desde sus propios teléfonos o PC o bien desde los computadores del cibercafé de la esquina. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de escolares "sabe" más de sexo que los redactores de ese manual y que la propia alcaldesa de Santiago. Todavía más, la internet se ha transformado hoy en una importante vía de contactos y encuentros sexuales, desde el sexo virtual al presencial. Como crítico literario, acabo de leer dos novelas ("Sudor" y "Piquero") que ilustran perfectamente el papel clave que juega la red en la forma actual en que se da la sexualidad entre los jóvenes chilenos. Es decir, internet no solo es informativa, sino performativa.
La ignorancia de todo esto me trae a la mente dos equívocos en los cuales las autoridades incurren con contumacia: el primero, desde luego, la confusión entre educación e instrucción. Educación sexual se necesita; instrucción, no, para nada; al contrario, el principal problema educativo en el área es que los alumnos están demasiado instruidos. El segundo equívoco es hacer caso omiso de los desafíos enormes que significan para la educación las nuevas tecnologías de la información. Esta omisión se acerca peligrosamente a la estupidez y no le encuentro otra explicación que la brecha generacional al respecto entre quienes generan las políticas y los destinatarios de ellas. Es por ello que el manual me parece, más que malo, perverso o inmoral, simplemente tonto.