Tanto se acostumbra el espectador a aceptar sin reparos los términos con que las películas representan la realidad que cuando aparecen títulos que alteran esa mecánica de forma deliberada y radical, uno -instintivamente- tiende a oponer resistencia.
Es parte importante de lo que ocurre con "The Lobster" ("La langosta"), de Yorgos Lanthimos, cineasta griego que se ha vuelto nombre frecuente en el circuito festivalero desde que en Cannes 2009 irrumpió con "Colmillo" ("Kynodontas"), feroz retrato de tres hijos aislados y psicotizados por padres que se inventaron un mundo paralelo y a puertas cerradas. De cara al nuevo filme, es inevitable evocar el recuerdo de esta nominada al Oscar a Mejor Cinta Extranjera, solo que ahora la distopía no se limita a los confines del hogar, sino que parece afectar a un mundo entero: después que su pareja lo abandona por otro, David (Colin Farrell) es internado en un hotel, donde dispondrá de 45 días para encontrar entre los pasajeros a alguien que le resulte compatible. De no conseguirlo, será transformado en el animal de su elección, como hace un tiempo le ocurrió a su hermano, hoy convertido en un perro. David anuncia que le gustaría volverse la langosta del título, un ser vivo que -tal como él- despliega una laboriosa existencia escondida tras una máscara de pasividad.
Los días pasan, el plazo fatal se acerca, nuestro antihéroe no encuentra a su media naranja, y, mientras este se figura qué hacer, la audiencia trata una y otra vez de encontrarle un formato reconocible a este relato. ¿Es una fábula? ¿Es ciencia ficción? ¿Una alegoría de la sociedad moderna? Lanthimos es lo bastante astuto como para no proporcionar respuestas concretas que limitarían o banalizarían los alcances de su cuento. Por cierto que si uno abre esa cocina creativa encontrará numerosas referencias a Kafka, Orwell, J. G. Ballard e incluso, a Roald Dahl, pero en este deshumanizado universo -donde la gente ha normativizado hasta el paroxismo las relaciones sentimentales y la vida en pareja, al punto que todos hablan y se relacionan entre sí cual autómatas y basta apenas un rasgo común, un tic físico compartido, para apresuradamente declarar la plena compatibilidad entre dos personas que apenas se conocen-, después de todo, no parece tan malo que los perdedores del sistema (es decir, los solteros) se metamorfoseen en animales. Libres de racionalidad, culpas y sistemas de valores, por lo menos permanecen al margen de este infierno.
Eventualmente, David huirá al interior del bosque para unirse a los "solitarios", sujetos que han rehusado la tiranía de vivir en pareja y deciden valerse por sí solos, expuestos a la intemperie; pero esta opción es solo el reflejo invertido de la anterior, con miembros que prohíben toda forma de asociación y expresión de afectos entre ellos. Así, todo lo que rodea al personaje se ha vuelto ideología. Todo es cárcel.
No faltará quien sugiera que Lanthimos se está yendo en picada contra los que creen en la vida de pareja como si se tratase de un dogma, pero es evidente que el tipo no está de parte de los que predican a ciegas la opción contraria. De hecho, lo único que el filme parece rechazar de plano es la creciente compulsión con que algunos tratan de imponer su visión sobre otros, al punto no solo de excluirlos, sino de cosificarlos. Sea a nivel sentimental, social o político; ocurra en las familias, en las redes sociales o le pase a la propia Grecia (que, tal como le pasa a David en la cinta, también estuvo contra la espada y la pared, cuando entró en su reciente crisis económica), este proceso de marginalización inquieta profundamente, porque más que un castigo parece la imposición de un destino. Reducir al inadaptado a la nada.
The Lobster
Dirigida por Yorgos Lanthimos.
Con Colin Farrell y Rachel Weisz.
Inglaterra, Francia, 2015, 115 min.
Disponible en Blu Ray y DVD.