Fuera de lo que podría imaginarse, al mirarse en el espejo de su mundo privado, Bruce Springsteen se ha encontrado en más oportunidades con una mueca de soledad que con esa sonrisa provocadora con la que protagonizó en un sinfín de oportunidades la portada de la revista Rolling Stone. Porque la relación con su padre lo marcaría para toda la vida y su lucha contra la depresión se ha intensificado durante las siete temporadas más recientes, desde que pasara la barrera de los 60 años. Esa última revelación es parte de las memorias que el músico acaba de lanzar bajo el nombre de "Born to run" (no podía ser de otra forma), que es acompañado del disco recopilatorio "Chapter and verse".
Una forma de musicalizar su autobiografía, pero también una manera de llevar al plano musical sus testimonios inéditos, de externalizar el método de escape a tanta frustración personal. Porque el hombre de "Born in the U.S.A." incluye en su nuevo álbum cinco cortes de la prehistoria de su carrera. Y aunque no son necesarios para revitalizar su catálogo incansable, funcionan como el prólogo de las inquietudes del artista antes de alcanzar la fama mundial. Incluso antes de subirse a un auto y conducir a toda su banda por sus primeras giras -Springsteen cuenta que no aprendió a manejar hasta después de los 20, antes ni siquiera tenía dinero para comprarse un coche-. Allí destacan dos temas junto a su banda escolar The Castiles, tan rocanroleras como arcaicas; además de una faceta arraigada en el blues y la experimentación en "He's guilty (The judge song)", original de Steel Mill.
Luego se suceden de manera cronológica canciones que van desde su debut "Greetings from Asbury Park, N.J" (1973) hasta "Wrecking ball" (2012). Singles que funcionan para reconocer las etapas del músico y revisitar, por ejemplo, "Born to run". Esa placa que lo catapultó a la madurez musical y que lo inmortalizó como el hombre que conocemos hoy, como el músico inconfundible, el original. Nacido desde la pobreza y la disfuncionalidad familiar, en esta obra Bruce Springsteen recorre el camino largo, huyendo de un fantasma que lleva a su lado como copiloto y sin cinturón de seguridad, esperando que ante un frenazo premeditado esa sombra se reviente contra el parabrisas. Pero el hombre sabe que en ese movimiento no está su liberación. Sí en la música y su narrativa, donde tiene todo estrictamente bajo control. Donde las muecas las cambia por sonrisas.