En general, no comparto la posición de quienes han decidido conscientemente marginarse de la política. Los que, como en la tira de Mafalda, piensan que es una mala palabra, un tabú que hay que alejar del comedor familiar y de las aulas de clase. Podría llegar a comprender -aunque no compartir- los fundamentos de la idea que dice que el voto es un trámite ornamental incapaz de cambiar las grandes lógicas del sistema que gobierna nuestras vidas. Sin embargo, e intentando convertir a aquellos militantes en el desencanto, quisiera argumentar que pocas cosas inciden de forma más patente en nuestro cotidiano que un alcalde y su concejo municipal.
Según la última encuesta CEP, los temas prioritarios que los ciudadanos demandan de sus ediles son la salud, la educación y la seguridad. Tres problemas estructurales de la sociedad, pero que, para su real solución, requieren de acciones más profundas y radicales que las posibles de emprender por un gobierno local. Por el contrario, la calidad del espacio urbano no parece interesarles a los encuestados, teniendo en cuenta que pocos organismos participativos tienen herramientas más poderosas para moldear la ciudad. En las manos de los municipios está nada menos que la gestión del espacio público y del espacio privado, con los planes reguladores que determinan finalmente cuánto vale nuestro entorno. Atribuciones en vivienda social, vialidad, transporte, pavimentación, aseo, ornato, infraestructura, gestión ambiental; una contundente batería para transformar nuestro entorno. Quizás el desencanto es fruto de esperar peras de los olmos, considerando que obtendríamos respuestas más concretas si preguntáramos a los candidatos qué ciudad nos están ofreciendo.
Exija una postura urbana y vaya a votar informado. No sea que después tenga que soportar cada día a unas autoridades elegidas por otros: en el basural majadero que se forma en la esquina, en ese cruce peatonal homicida, en los juegos que faltarán en su plaza, en el farol que no iluminará su calle y en el hoyo de la vereda donde se va a tropezar. La polis que usted habita, vecino, la construye la política.