El filósofo Ludwig Wittgenstein se dedicó, sobre todo, a la lógica y al estudio del lenguaje, donde distinguía, según indica la editora y traductora de este libro, Carla Cordua, dos usos del lenguaje: "el natural y el analítico-reflexivo". Este último escapa del impresionante número de trampas y de vías falsas que sumen a los hombres en "confusiones filosóficas, esto es, gramaticales". Su afán de rigor lo llevó a enfrentar con singular dureza un texto clásico de la antropología, La rama dorada. Un estudio sobre magia y religión, escrito por el escocés James Frazer, que llegó a tener 12 volúmenes. Wittgenstein leyó partes de los primeros volúmenes y el resumen que llevó a cabo el mismo autor, y dictó o escribió dos series de comentarios, muy ácidos, sobre Frazer, por la mezcolanza de planos y su incapacidad de apreciar hasta qué punto hay que considerar una creencia en su contexto, además del extremo provincianismo del escocés, incapaz, según Wittgenstein, de imaginar "un sacerdote que no sea, en el fondo, un párroco inglés de nuestro tiempo con toda su estupidez y laxitud".
Esta muy cuidada edición incluye el texto original alemán, la versión castellana de Cordua y, en las notas, los textos de Frazer que despiertan los comentarios de Wittgenstein, en inglés y en español. Todo ello torna al libro en una obra de referencia obligada para entender las críticas de Wittgenstein a Frazer, pero no solo eso. Wittgenstein lleva a cabo una profundísima reflexión sobre la mitología, la religión y el modo en que las distintas comunidades les abren paso a través de las palabras, de una autonomía que escapa con mucho al mero comentario de la obra de Frazer. A su vez, hay párrafos y frases cuyo valor excede largamente el texto que las alberga: "¿Por qué no podría su propio nombre ser sagrado para una persona? Por una parte, es el instrumento más importante que le dan; por otra, es como una alhaja que le cuelgan al cuello al nacer". "Parece tan simple: la diferencia entre magia y ciencia puede establecerse diciendo que en la ciencia hay progreso pero no lo hay en la magia". Más allá, la actitud de Wittgenstein respecto de un libro muy respetado representa una actitud muy destacable, la falta de reverencia -como la de Roberto Bazlen ante otro texto canónico, La estructura de las revoluciones científicas, de Kuhn- ante libros que han recibido la venia académica: hay que ir a los textos, y si los textos son provincianos o llenos de material superfluo, hay que decirlo.