La joven
troupe Recirquel de Budapest ofrece aquí por estos días "Paris de Nuit", la tercera de sus cuatro producciones en sus cuatro años de vida, siempre conducida por su fundador, el coreógrafo y director Bence Vági (35). Estrenada la temporada pasada, combina diversas destrezas circenses, danza, canto y música en vivo, para recrear el ambiente de un cabaret parisino en el alocado período de entreguerras. De lo cual resulta un atractivo show, variado y bonito de ver, muy bien musicalizado y con un cuidado diseño de producción, que destaca por el desfile de rutinas impecablemente ejecutadas por los 12
performers derrochando energía y espíritu de cuerpo.
Quien lo mida con esta vara y sin mayores expectativas, no puede salir decepcionado. El problema es que la compañía se anuncia como la propuesta húngara de la corriente denominada "circo contemporáneo" y hemos visto bastante de eso por estos lados en los últimos 20 años -desde el aparatoso Cirque du Soleil, hasta creaciones más íntimas y notables en términos teatrales- como para que Recirquel quede al debe. Sin ser un mal panorama, "Paris de Nuit" se ubica a considerable distancia de, por ejemplo, los deslumbrantes frutos del canadiense Cirque Éloïze (que en mayo reciente mostró "ID" en su tercera visita a Chile). A su lado este califica más bien como un elaborado espectáculo de varieté.
Ya que en el también llamado "nuevo circo" lo más importante es la puesta en escena y la atmósfera que esta genera, aquí los "personajes" y las relaciones entre ellos lucen endebles; y el color emocional sugerido por los distintos cuadros da una impresión desdibujada y uniforme. Mala cosa es que el factor de mayor brillo en el conjunto sea la estupenda música que toca una banda de jazz de eximios instrumentistas. Sus melodías y ritmos suelen ser harto más vibrantes que las acciones que acompañan. Con la salvedad de que solo en contadas ocasiones aluden el sabor del París canalla y nunca suenan como música de los años 30 (sino con estilos que vinieron cuatro o cinco décadas más tarde).
Algo similar sucede con la parte dancística. El primer número grupal recuerda nítidamente al coreógrafo Bob Fosse, pero lo que sigue prescinde de ese referente ideal, de seguro porque los ejecutantes -mejores acróbatas que bailarines- carecen de formación técnica en el jazz- dance desarrollado, entre otros, por el virtuoso autor de "Cabaret" y "Chicago". Por lo demás, no basta que en el vestuario predomine el blanco y negro para que la estética del montaje tribute la visualidad nocturna del influyente fotógrafo franco-húngaro Brassaï, como asegura el programa de mano; ello habría requerido de partida un trabajo más sofisticado de luces y sombras.
Así que la desinhibida sensualidad, la rebeldía y desenfreno, la elegancia glamorosa y a la vez sórdida, los toques grotescos o surreales, todos rasgos esperables en un cabaret, se perfilan en dosis restringidas. Agreguemos que todas las rutinas físicas de este circo-cabaret cumplen, pero ninguna deja sin aliento, y que en él no hay
clowns, sí un par de momentos amablemente simpáticos que hacen más bien sonreír. A menudo los ejecutantes juegan interactuando con la primera fila. Se anuncia hora y media de show sin pausa, pero en total la entrega bordea los 80 minutos.
Estación Mapocho. Todos los días a las 20:30 horas,hasta el 25 de septiembre.
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