En el Mes de la Patria, "O'Higgins, un hombre en pedazos" -que debe ser el Opus 20 de Tryo Teatro Banda con 15 años escenificando nuestro pasado histórico y riqueza patrimonial- no puede dejar de despertar interés y altas expectativas por su propósito y talentos involucrados. Se plantea como un retrato humano, íntimo y desmitificador de Bernardo O'Higgins, una revisión de la figura del prócer lejos del monumento y el manual escolar de historia, centrada en una etapa oscura y poco abordada de su vida.
Cuyo texto, escrito para el conjunto, es como la tarea pendiente del cineasta Ricardo Larraín (fallecido en marzo) y su coguionista Andrés Kalawski, que antes realizaron el episodio correspondiente de la serie televisiva "Héroes", en 2007, y el filme "El niño rojo", de 2014, sobre la infancia y juventud del Padre de la Patria. La entrega inspira respeto sin duda por el laborioso y serio esfuerzo tras el resultado, y sobre todo por la complejidad de su partitura musical, una de las fortalezas constantes de TTB.
Pero el montaje tiene su lado objetable. Problemático es que en los 75 minutos que se toma, concentre demasiada información y materiales dispares, los cuales en vez de confluir y despejar un sentido común, tienden a hacer sinuoso el camino de su percepción. La dramaturgia se hace febril y zigzagueante apenas parte: O'Higgins abdica a su cargo de Director Supremo de la Nación (en 1823) y ello desencadena el caos en la mente del político y militar que se siente rechazado, despreciado y traicionado, y busca ansiosamente recuperar su posición de poder negándose a aceptar que le llegó la hora de ser reemplazado. Ese momento de confusión, personal y del país, que trascurre al interior de la conciencia del prócer, alude y evoca variados acontecimientos y personalidades públicas en forma tan rápida y somera, que a menudo no podemos descifrar a quién estamos viendo, ni cuál es su peso específico en el relato y la historia. Como si los autores supieran muchísimo más de lo que alcanzan a exponer, o lo escamotearan (y eso traspasa el desconcierto al espectador).
Obedeciendo a una lógica del delirio y la irrealidad, este buceo en los motivos y rasgos poco conocidos de O'Higgins alterna hechos y datos documentados con visiones alucinadas, en el mismo nivel de ficción; o sea, cuesta determinar qué es real y qué imaginado. Alguna presencia fantasmal -la figura del padre muerto, Ambrosio- convive con giros alegóricos y seres surreales o cargados de extrañeza (como el soldado de conducta simiesca o el cuchepo reptando por el suelo que parece simbolizar al pueblo, ambos pedidos por el texto); y con un gigantesco piano, aporte de la puesta, que minimiza a los personajes y los obliga a curiosas evoluciones.
Agreguemos que el montaje -dirigido por María Izquierdo, y con Francisco Sánchez, líder de TTB, en el rol titular- por largos tramos quiere ser, además, teatro musical. Entonces los personajes históricos suelen cantar en un registro cercano a lo operático, a veces con elaborados arreglos vocales e instrumentales que parafrasean, por ejemplo, un pasaje de una sinfonía de Beethoven. Por si fuera poco, busca -y no podía ser de otra manera- contener una reflexión crítica acerca del Chile de hoy, sobre las analogías posibles entre la política actual y la de los gobernantes que fundaron la nación. En algún minuto uno empieza a sospechar que en el proceso hubo un exceso de ímpetu creativo, y que a la suma de las muchas partes le faltó un criterio orgánico.
Teatro UC. Miércoles a sábado a las 20:30 horas. Jorge Washington 26, Ñuñoa. Hasta el 8 de octubre.