Con frecuencia, la representación de las categorías celestiales eleva la sensibilidad hacia Dios. Por eso, el aporte de los siglos XVII y XVIII, en Bolivia y Perú mestizos, alumbró una nueva versión iconográfica de los ángeles, incentivando la confianza del creyente en la beneficiosa amistad con ellos. Lejos de los convencionales europeos de entonces, los encontramos vestidos como espléndidos militares de la época, provistos de elongaciones corpóreas de tardía raíz manierista, llenos de una gracia entre campesina y cortesana, encarnando con originalidad vigorosa los atributos de las jerarquías angélicas. Así, por un instante en la historia del arte, Sudamérica tiene la palabra. Respecto a ello, el sector pictórico de la Colección Joaquín Gandarillas ha dedicado una exposición -Centro Cultural UC- a tan interesante asunto. Y a través de un montaje muy didáctico. Es cierto que se trata de versiones más modestas que la calidad extraordinaria de las pinturas conservadas en ambos países de origen. Además, su estado de conservación lejos está de ser óptimo. Pero detengámonos en los cuadros más destacados.
Se impone, en primer lugar, el valor plástico de cierta tela, fragmento significativo de un óleo mayor. Se trata de un boliviano Arcángel Gabriel que anuncia a María su maternidad virginal. Su encantado exquisito testimonia bien el refinamiento rococó. Arcángel Arcabucero muestra una figura dieciochesca plena de gracia formal. Como el anterior, Ángel Potestad se vincula al Maestro de Calamarca, mientras otro San Gabriel Arcángel -cusqueño de fines del siglo XVII- sobresale por el dinamismo de su actitud gozosa. Algo parecido ocurre con el dieciochesco, y vinculado a Calamarca, Ángel Potestad. A través de formatos mayores, tenemos dos ángeles del 1700 y dotados de atributos distintos: el Dominador -Cusco-, entornado por un inesperado árbol tras su capa, y el más estático y plano Trono de las letanías lauretanas, provisto de espejo y cartela en una y otra mano.
Si tampoco faltan, por supuesto, los demonios o ángeles caídos -como los del curioso y deteriorado óleo, en el que persiguen a grupos ya de monjes o de monjas en medio de un paisaje-, cuatro angelitos asisten, limpiando la sangre del suelo, al paceño Cristo después de la flagelación. De las tres esculturas quiteñas en madera que completan la exposición, dos proclaman mediante la finura del tallado, del encarnado, del policromado y del dorado, gracias a la movilidad de sus figuras, la excelencia que los volúmenes religiosos alcanzaban en el Quito indiano.
Al igual que en la reciente exhibición del chileno Foschino en el MAVI, también la videoinstalación constituye la propuesta capital del paraguayo-boliviano Joaquín Sánchez. No obstante, a diferencia de la atractiva naturalidad del chileno, el artista de Galería Patricia Ready se muestra sofisticado y portador de un mensaje ideológico bastante evidente. En efecto, una playa nortina nuestra recibe un texto volumétrico, ejecutado con hielo por inmigrantes de Bolivia. Las aguas oceánicas, sin embargo, van disolviendo progresivamente en la nada la frase "No sé nadar". Por su lado, una auténtica piragua guaraní rellena con negro aceite quemado parece simbolizar la contradicción entre naturaleza y progreso invasor. Complementan ambas obras fotografías con color que muestran papas recolectadas y recubiertas por protectoras y generosas polleras de cholitas. Dos tondos, asimismo fotográficos, retratan indígenas con encantadoras alas de mariposas. Entretanto, la misma galería de Vitacura exhibe clavas, kultrunes, palines mapuches -los tiene en su propio banco auspiciador-, aunque ahora confeccionados en humillante material plástico, dorados o pintados con colores ajenos y estridentes. Son los protagonistas de Bernardo Oyarzún. Dentro de la actual incursión del artista a través de sus orígenes, emprende aquí una metamorfosis violenta del material autóctono. Sin duda con el fin de revalorizar la riqueza del arte araucano, bastante poco valorizada por nuestro público contemporáneo.
Un gran tríptico de Andrea Wolf conforma el video que atraviesa oblicuamente la amplia Sala de Arte CCU. Son secuencias paralelas e iguales que proyectan panoramas desde lo alto de suntuosos balnearios populosos. Eso sí, estas visiones con coloraciones de tarjeta postal muy pronto se descomponen, se desintegran en la abstracción geométrica de bandas diagonales de bien resuelto cromatismo, en un juego cambiante y parcialmente interrumpido con elegancia. Se asiste con interés a este diálogo entre realismo y abstracción, desde asientos blandos y dotados de audios que recogen, a lo lejos, voces humanas.
Guerreros celestes
La originalidad iconográfica del mestizaje, en una colección chilena.
Lugar: Centro de Extensión UC.
Fecha: Hasta el 25 de enero de 2017.
Resignificaciones desde el origen, Mitomanías
Respectivamente, video de Joaquín Sánchez y objetos mapuches trastocados de Bernardo Oyarzún.
Lugar: Galería Patricia Ready.
Fecha: Hasta el 15 de octubre.
Weather has been nice
Videoinstalación impecable de Andrea Wolf.
Lugar: Sala de Arte CCU.
Fecha: Hasta el 11 de noviembre.