Hillary Clinton puede desencadenar una crisis planetaria: la elección de Donald Trump. El cargo más poderoso del mundo podría terminar en manos de un narcisista patológico, con riesgos para la convivencia pacífica y el progreso de los Estados Unidos; incluso, para la seguridad y el comercio mundiales.
Hasta recientemente la elección de Hillary parecía asegurada. Había logrado la unidad de su partido y el apoyo de algunos republicanos. Las encuestas le concedían una holgada ventaja de hasta diez puntos. La beneficiaba su trayectoria y experiencia en el servicio público, que contrastaba con la incontinencia verbal, la controvertida agenda y la ausencia de un equipo de expertos de Trump.
La competencia ha cambiado radicalmente. Hillary Clinton termina siendo una pésima candidata, expuesta a la derrota por el peor candidato posible de los republicanos. La falta de liderazgo y previsión de los dirigentes demócratas y republicanos permitió dos lamentables opciones presidenciales, entre un candidato imprevisible y una candidata reprochada de poco fiable.
Está bajo sospecha la integridad de Hillary, según muchos analistas. Haber mantenido un servidor computacional privado contrariando normas del Departamento de Estado la expuso a denuncias de imprudencia y abuso.
El cruce de esas comunicaciones con las dos fundaciones de la familia Clinton generó sospechas sobre tráfico de influencias y codicia, a favor de intereses personales de los Clinton, grandes corporaciones y gobiernos extranjeros. Las fundaciones han recaudado sobre dos mil millones de dólares y se cuestiona el origen y el uso de las donaciones destinadas a causas humanitarias, como Haití, que se malgastaron.
En estos días, la escasa transparencia que la persigue transformó una neumonía fácilmente superable en otra vulnerabilidad electoral. Y podrían surgir otras. Julian Assange, autor de los wikileaks, refugiado desde 2012 en la Embajada de Ecuador en Londres, promete revelar miles de documentos que podrían afectar negativamente las posibilidades de la candidata.
No está todo resuelto: aún puede ocurrir un vuelco que favorezca a Clinton. En seis semanas tendrá que convencer que no solo es el mal menor. Debe recuperar la confianza de sus electores para que concurran a votarla. Los debates presidenciales pueden ayudar.
En caso contrario, la separación de poderes públicos en Estados Unidos, y en especial la participación del Senado norteamericano, por su decisiva injerencia en la política exterior, serán responsables de contener a Trump: es la salvaguardia constitucional prevista por los padres fundadores.