Casi tan complicado como ganarle a Bolivia será defenderse con argumentos de peso frente al reclamo por los cánticos xenófobos en el Monumental. Chile tendrá que asumir que si la FIFA castiga a la Federación local, no va a ser por la presión de un Mandatario tan calculador como odioso que aprovecha cualquier excusa para sacar rédito político, sino que será por exclusiva responsabilidad del público chileno, los mismos hinchas a los que no se les puede pedir educación o respeto porque no lo tienen, y si lo tienen, lo esconden o disimulan con maestría cada vez que pisan la entrada de un estadio para ver jugar a su club o a la selección.
Tampoco hay que equivocarse. No se puede culpar en exclusiva al hincha de la selección de un posible castigo que obligue a jugar sin público o que incluso haga que la Roja abandone el país para "hacer de local". Hace muchísimo rato que las señales que entregan los protagonistas de las memorables victorias se han alejado del buen sentido, más allá de que efectivamente las declaraciones representen lo que los jugadores piensan de sí mismos. La masa frenética de triunfos no entiende que los mismos que se creen los mejores del mundo, los bicampeones de América, los mayores exponentes de nuestra historia, sean incapaces de doblegar, pisotear, humillar a rivales que no cuentan son nuestro similar pedigrí, cuyos jugadores apenas cruzan las fronteras de sus países para desarrollarse profesionalmente, ni tampoco califican por su color de piel o formas de expresarse.
Hemos ingresado en una espiral exitista del que no podremos bajarnos hasta que alguien nos haga aterrizar forzosamente. En otras palabras, hasta que nos demos un porrazo, guardando las distancias temporales, parecido al del engaño tramposo de Roberto Rojas en el Maracaná. Aunque esta vez, peligrosamente, las dimensiones son peores, porque abarcan no solo a un grupo de jugadores talentosos sin la suficiente preparación cultural para manejar su tremendo potencial social, sino que también contemplan un pueblo futbolero mayoritariamente desmedido, maleducado, ignorante, provocador y agresivo, que se alimenta de nuevas generaciones que han tenido la fortuna de crecer en una época brillante a nivel de figuras, pero sin herramientas para conducir la filosofía "triunfalista" que profesan por el sendero de la madurez.
El análisis mediático del reclamo boliviano no resiste justificación si se presenta como una acción demagógica de Evo Morales, independientemente de que sí sea una maniobra política, o como una respuesta "lógica" a una selección de Bolivia que dio motivos para irritar a la ya exasperada fanaticada local. Incluso el argumento que circula en las oficinas de la ANFP en cuanto a que la FIFA ha extremado peligrosamente su rol fiscalizador para evitar episodios xenófobos y que las manifestaciones en el Monumental fueron aisladas, tampoco tiene cabida si las campañas públicas y privadas para promover un buen comportamiento no empiezan por transmitir a los protagonistas la responsabilidad que tienen cada vez que abren la boca solo para quedar bien con los giles de siempre. Alguna vez el autoexamen debe partir por el origen del daño, no por su destino.