Ha concluido la longeva vida terrestre de José Balmes. Sí quedan sus frutos: una rica labor pedagógica y, sobre todo, su admirable producción creadora. Esa pintura suya que supo transfigurar en obra de arte genuina un ideario político, para muchos discutible. En sus manos, a través del informalismo, del pop art, del nuevo realismo, volcó una expresividad vibrante, capaz de interpretar su época con hondo sentido trágico. Llegue a él nuestro pálido homenaje, más allá del tiempo y del espacio humanos.
Entre las exposiciones actuales nos sorprenden dos artistas que no conocíamos: uno por lo reciente; el otro, por su obra realizada en el extranjero. Así, este último, Guillermo Deisler (1940-1995), prácticamente vivió y murió en Alemania Oriental. Iniciado en el campo editorial, ante todo el concepto de libro constituye el motivo conductor de lo más notable de su producción. Lo podemos apreciar en Galería D21. Se trata de grabados, dibujos,
collages, pinturas que muestran un expresionismo de marcado tinte germano, de acciones de arte que se registran aquí mediante algunas fotografías. La gráfica pareciera materializar el exponente más inmediato de un vigor interior, traducido en los aspectos formal y expresivo. No obstante, es en el objeto donde alcanza lo más individual y perdurable de su obra. Así, las construcciones con libros rescatados del basurero público alcanzan logros magníficos. Sobre todo los interviene profundamente, ya amarrados, cortados, abiertos, manchados, pintados. Anotemos algunos de ellos.
Por ejemplo, el tan hermoso tomo blanco con sus hojas convertidas en series de papeles encrespados y casi volantes. Este, además, cuelga de un gancho, cual carne dispuesta para la venta. O el libro rojo, desplegado y salpicado con el mismo color, provocando efecto de sangre impune. Asimismo, igual volumen, multiplicado en una serie multicolor sujeta por una cuerda y sus nudos, acaso descendiendo hasta una desvencijada maleta, presta a reiniciar viajes. Entre otros interesantes objetos imaginativamente tratados, destaca una cartera de cuero, cuyo aspecto inocente aparentaría guardar algún secreto inconfesable.
El segundo autor, el también chileno Gianfranco Foschino -MAVI-, entrega una mirada directa, estática y particularmente contemplativa de nuestra naturaleza austral. Ajeno a artificios, mediante videoinstalaciones nos transmite el vivo y lento transcurrir -casi imperceptible en ciertos casos- del tiempo real, dentro de seis panoramas grandiosos. Allí, el mar o la cordillera, los hielos flotantes o el escurrir del agua son los protagonistas. Un aire poético exhala desde los bellos paisajes, capaces de alcanzar momentos de peculiar grandeza. Tenemos FireLand, fila de volcanes lejanos en diálogo con el poderoso cielo tormentoso; el devenir placentero, con la monotonía sensorial de un mantra, en Ojos de agua. O el interesante combate dinámico -Cima- entre una cumbre con planchones de nieve y la niebla envolvente que casi hace desaparecer la montaña.
Galería La Sala
En una atractiva exhibición pictórica, Galería La Sala integró a tres artistas de la misma generación. Aunque personalidades entre sí diferentes, más allá del enfoque figurativo coinciden en una expresividad de ánimo contemplativo y en la interpretación de ciertos enigmáticos rasgos femeninos. Claro está que cada una sabe obtener de la semejanza provechos distintos. Así, Loreto Enríquez emerge utilizando medios plásticos más simples y, también, citas a la historia del arte, en especial a Degas. Sus tres cuadros mayores y en los cuatro de menor formato disponen a sus protagonistas dentro de planicies extensas y tocadas por atmósferas levemente oníricas. Reina en ellos una coloración más clara y menos refinada que la de sus colegas Pero su momento más interesante sucede con la insólita bailarina de ballet, que parece esconder su soledad en medio de un trigal. Si bien formalmente más despojada que sus dos acompañantes de sala, la porteña Tatiana Lastarria nos entrega, asimismo, la soledad de la figura humana. Como acostumbra y le es característico, de nuevo le bastan los grises, el negro y el blanco para provocar un bien definido claroscuro, propio de recintos interiores. Además, ahora sus jóvenes personajes nos dan la espalda, absortos en la observación de lienzos o de una ventana, en los que cuadrados y rectángulos cumplen función bien reconocible.
Por su parte, el feliz empleo de superficies geométricas en ángulo recto, esta vez sin papel figurativo alguno, expande, potencia plásticamente las cuatro pinturas radiantes de Catalina Prado. Aquí la vegetación frondosa cumple un rol tan protagónico como el de sus paseantes de expresión melancólica. Un cromatismo genuino otorga vitalidad particular, tanto a sus heroínas como al rico entorno. Aquellas, a la vez, consiguen manifestarnos personalidades a un tiempo complejas y dispares. Valga detenerse en esa mujer espléndida, cuyo gesto de cabeza y mano, apenas perceptible, entrega una individualidad única, y en la inocente joven con la cabeza baja que inicia una metamorfosis herbácea; al modo de la célebre ninfa marmórea de Bernini que huye de Apolo.
FoundPoetry
Ante todo, construcciones con objetos, de Guillermo Deisler
Lugar: D21, proyectos de arte
Fecha: hasta el 15 de octubre
Locus (Lugar)
Contemplativas visiones en tiempo real de nuestra naturaleza salvajeLugar: Museo de Artes Visuales
Fecha: hasta el 16 de octubre