En el pueblo argelino de Boulayoune hay un granjero que quiere a su vaca más que a cualquier cosa en el mundo. El granjero se llama Fatah Bellabbes (Fatsah Bouyahmed) y la vaca, que es de raza tarantesa, Jacqueline. A la esposa, Naïma (Hajar Masdouki), no le simpatiza este amor, pero la vaca es uno de los pocos recursos que tiene la pareja para mantener a sus dos hijas pequeñas.
En los primeros minutos de la historia, el granjero Fatah recibe una invitación para competir con su vaca en la Feria Agrícola de París, lo que ha sido el sueño de su vida. El pueblo de Boulayoune se une para ayudar a Fatah a cruzar desde Argelia hasta el puerto francés de Marsella, y de ahí, a pie hasta París.
El resto es la travesía de Fatah por una Francia rural amable y solícita, que empieza a considerar el viaje del granjero como una epopeya, digna de reportajes de televisión y avalanchas de mensajes de Twitter. Fatah es un sujeto silvestre, de pocas luces, con escasa comprensión de lo que ocurre a su alrededor, que se comunica desde sus prejuicios culturales y, en términos generales, es bastante cretino. Pero todo esto, según la película, motiva la intensa simpatía de los franceses.
Es difícil saber qué es exactamente lo que ha motivado al cineasta franco-argelino Mohamed Hamidi en su segundo largometraje. Hay que descartar el problema candente de la inmigración, porque Fatah no es un inmigrante, sino apenas un pasajero, casi un turista que recorre la campiña francesa sin más interés que el concurso de su vaca y el propósito de regresar a su casa para contar lo que ha visto.
Tampoco se trata de un proyecto sobre la multiculturalidad, porque casi no hay roce entre el granjero argelino y los franceses que lo reciben. En el mejor de los casos, Fatah les parece un tipo curioso, excéntrico, que los anima y los hace reír. Mirada con cierta suspicacia, toda esta simpatía por Fatah tiene más de paternalismo que de aceptación del otro, un toque velado y venenoso de superioridad cultural. Pero tampoco da para tanto.
Por fin, ni siquiera es claro que se trate de una observación acerca de la sociedad francesa desde la mirada de un extraño ingenuo. Aunque Fatah tiene algunos apuntes agudos -como su extrañeza de que tanta gente sufra de esa inexplicable enfermedad llamada "depresión"-, no hay nada que se parezca a un espíritu crítico. Al revés, la única referencia ajena a la historia es
La vaca y el prisionero, una película melosa -como casi todas las de Fernandel- dirigida por Henri Verneuil en 1959, que fue un inmenso éxito de taquilla. ¿Apunta esto hacia la nostalgia por una Francia rural ya desaparecida, o quizá trasladada a Argelia? No hay más base para suponer tal cosa que ese brevísimo momento.
Así que, ¿este es el tema de esta película, la razón por la que se filmó? Quizá. Puede ser que la vaca tenga la respuesta porque en el cine, en este cine, no está.
La vache.
Dirección: Mohamed Hamidi.
Con: Fatsah Bouyahmed, Lambert Wilson, Jamel Debbouze, Hajar Masdouki, Fehd Benchemsi, Abdellah Chakiri.
92 minutos.