György Ligeti (1923-2006) tenía 63 años cuando terminó de componer los tres movimientos originales de su Concierto para piano (1986). El compositor húngaro estaba fascinado por las matemáticas fractales (esas que describen las formas autosimilares de una coliflor, por ejemplo, o que pueden producirlas a partir de algoritmos) y la teoría del caos, así como por la música centroafricana, indonesia y de Europa oriental. Todo eso, junto en una de las cabezas musicales más lúcidas y originales de nuestra época, puede explicar, sin que sea necesario, este Concierto complejísimo y, al mismo tiempo, nada abstruso.
Esta es de las músicas ricas que hay, como lo demostró el Ensamble Contemporáneo UC en su presentación del martes pasado en el GAM, en una sala a tope: Luis Alberto Latorre, piano; Karina Fischer, flauta; Rodrigo Herrera, oboe; Dante Burotto, clarinete; Nelson Vinot, fagot; Ricardo Aguilera, corno; Claudio Anais, trompeta; Héctor Montalván, trombón; Gerardo Salazar, percusión; Davor Miric y Gonzalo Beltrán, violines; Penelope Knuth, viola; Alejandro Tagle, chelo; y Carlos Arenas, todos bajo la dirección de Aliocha Solovera, brillaron como los talentosos músicos que son e incansables en su búsqueda artística.
Desde el Vivace molto ritmico e preciso , fluido, impredecible, extremo, se escuchó a un conjunto armado, gozando y traspasando su gozo también a un público joven y energético. Además de un Latorre impecable en su técnica y musicalidad, cada intérprete es solista en esta pieza. El compositor pide a un único percusionista que maneje ¡19! instrumentos, más una armónica, que suena al final del segundo movimiento. Salazar estuvo, como siempre, exacto y con magnífico sonido.
En el Lento e deserto , donde no hay acentos, y el piccolo , en su registro más bajo, y el fagot, en el más alto, tienen un diálogo sobre una nota pedal de 28 compases en el contrabajo. Mientras, se va uniendo el resto, incluida una ocarina. El resultado aquí fue escalofriante, con un carácter de desolación muy bien logrado. El Vivace cantabile se escuchó como un buen final en esta versión excelente.
El concierto había abierto con las "Bagatelles" (1981), del también húngaro György Kurtág (1926), seis exigentes micropiezas para flauta, contrabajo y piano, de ánimos violentos o ensimismados, hasta llegar a "La fille aux cheveux de lin-enragée", que toma las primeras notas del preludio de Debussy, y las somete a complejos, y a veces divertidos, procedimientos. Y "Catorce formas de describir la lluvia" (1941), del austríaco Hanns Eisler (1898-1962), que homenajea a Schönberg y sigue sus procedimientos, con un resultado atractivo y, en algunos pasajes, realmente precioso.
El Ensamble Contemporáneo UC lleva años estudiando concienzudamente y, en muchos casos, estrenando obras fundamentales, y que estaban pendientes en Chile, con conciertos de alto valor como este. Imperdible.