Bajo la dirección de François López-Ferrer, la Orquesta Sinfónica de Chile ofreció el viernes, en el Teatro de la Universidad de Chile, su decimosexto concierto de temporada, con obras de Debussy, Rodrigo y Bizet.
Los afortunados (y desconcertados) auditores parisinos, que en diciembre de 1894 escucharon por primera vez el "Preludio a la siesta de un fauno", de Debussy -inspirado en un poema de Mallarmé-, no sabían que eran testigos de una enorme revolución del lenguaje. Una revolución refinada y no agresiva, de grandes consecuencias. Después de Wagner y su "Tristán", los compositores europeos quedaron con un gran signo de interrogación: ¿Y ahora qué? La respuesta vino de Francia y Debussy, privilegiando las sonoridades por sobre la funcionalidad y direccionalidad del sistema tonal, logró una sutil poética nueva, a la francesa, muy diferente del expresionismo tortuoso, tonal y atonal, que vendría después, de la mano de Schoenberg.
Manejar esta música etérea, que casi no tiene pulso, es siempre un desafío y López-Ferrer lo dominó con creces. Desde el inicio, con el bello y redondo timbre del flautista Guillermo Lavado, la orquesta avanzó hasta el impalpable sonido final, dejando una huella de profunda belleza.
Contar con la presencia de una leyenda viva, el guitarrista Pepe Romero, fue un privilegio. Su interpretación del popularísimo Concierto de Aranjuez, de Rodrigo, una vez más demostró su arte mundialmente reconocido. Se optó por una versión de cámara, en que la orquesta acompañó con mucha discreción y cuidado, permitiendo el lucimiento de la guitarra en una acústica nada de amigable. En el segundo movimiento, entrañablemente interpretado, fue fundamental el corno inglés de Rodrigo Herrera que exhibió perfecto fiato y fraseo. A pesar de las descoordinaciones entre los solos de guitarra y el fagot, el arte de Romero y su profunda familiaridad con la composición, se impusieron.
Si al concierto le falta virtuosismo y espectacularidad, Romero se la reservó para dos encores que evidenciaron su extraordinaria técnica y musicalidad: una "Fantasía cubana", de Celedonio Romero (padre del solista), y "Recuerdos de la Alhambra", de Tárrega. El público le prodigó una de las más grandes ovaciones escuchadas en el recinto universitario.
Parece increíble que la Primera Sinfonía de Georges Bizet haya sido compuesta a los 17 años. Aunque hay influencias de Mendelssohn, su chispeante lenguaje y el conmovedor melodismo del Adagio (notable intervención del oboísta Jeremy Kesselman), ya revelan la originalidad que culminará en "Carmen". La orquesta, descontando algunos desajustes en las entradas de los vientos, entregó una versión exultante, muy bien llevada por la experta y sensible mano de López-Ferrer, que reafirmó sus reconocidas condiciones.