Britney Spears - "Glory"
Britney Spears, tal como la conocemos hoy, es un producto. Hace 18 años, la ex chica Disney se convirtió en una estrella adolescente al cantarle al amor tortuoso y escolar en "Baby one more time", para luego crecer y adoptar el erotismo y desenfreno que requería la juventud de aquellos años. Era la voz de una generación y la heredera de Madonna. La "Princesa del pop". Una invención de la industria del entretenimiento que sucumbió ante la fama instantánea y sus propuestas indecorosas. Pero como toda historia proveniente de la ficción, faltaba la escena de la redención. Y "Glory", el noveno álbum de la artista, es el renacer musical que el mundo esperaba de ella.
Porque el sucesor de "Britney Jean" (2013) es un trabajo que libera frescura a través de una docena de canciones que suenan actuales, gracias a la mezcla infalible de un pop bailable y electrónica minimalista. Una reunión de melodías frecuentes dentro del circuito, pero novedosas en su ejecución: suma palmadas electrónicas y gritos para corear junto al público en "Clumsy", antes de desahogarse con una base trance que envuelve a uno de los mejores cortes del disco; arreglos jamaiquinos en "Slumber party", un synth-pop introspectivo estilo Selena Gomez en "Invitation", guiños a Ariana Grande en "What you need" y a Justin Timberlake en "Do you wanna come over?".
El domingo pasado, en la última ceremonia de los MTV Video Music Awards, Britney Spears presentó "Make me..." junto al rapero G-Eazy. Y aunque el show que mostró sigue siendo inferior al de sus mejores años, la mujer de "Toxic" se reencuentra con ella misma y con esas fanáticas a las que no pudo acompañar en su juventud, mientras pasaba por sus peores años. "Glory" es el abrazo con la mujer que todos esperan.
Frank Ocean - "Blonde"
A lo mejor, para Frank Ocean no era necesario jugar al misterio como lo hizo Kanye West, Rihanna, Radiohead o Beyoncé con los lanzamientos sorpresivos de sus últimos discos. Su música, la manera en que maneja los sintetizadores hacia lo vaporoso y sombrío, los teclados y los personajes e historias que protagonizan sus canciones son exactamente el factor sorpresa detrás de su trabajo. Aunque publicar su último álbum ,"Blonde", con días, meses y hasta años de retraso -según la prensa especializada de su país, que siguió cada paso del artista desde su debut "Channel Orange" (2012)- responde a su carácter nómade. El de un músico inquieto y con dudas, que se entiende solamente en su constante movimiento.
Por eso sus composiciones se vuelven etéreas, pero tan personales como sofisticadas. Porque el oficio de Ocean es probar y probar sus sonidos. Y en ese proceso de ensayo y error, sus herramientas no tienen límites: el rap, el soul, el R&B y el funk se fusionan con las bases de la electrónica underground británica que tan bien ha explotado James Blake, pero también con guitarras eléctricas, percusiones africanas, samples de The Beatles, The Carpenters o Elliott Smith, y colaboraciones de Kendrick Lamar, Jamie XX o Jonny Greenwood, de Radiohead.
"Blonde" es una fotografía de su vida personal. Desde la llamada de su madre donde le recita "no seas alguien más, no trates de actuar como alguien más. Sé tú mismo". Aquí habla amores que lo abandonaron, de relaciones que lo transformaron en amante y le hicieron perder la cabeza. Y Ocean intenta solucionar las dificultades caminando la ciudad, regresando al lugar de los hechos, como un detective en la búsqueda de pistas que configuren el mapa de sus pasiones. Así se reencuentra, y desde allí nace el pop de nuestra década.